Un buen ejemplo es lo que nos ha pasado en Ráquira, donde llegamos
por recomendación de un conductor, Después "misteriosamente"
llegó en nuestras manos la tarjeta de hospedaje de Carmen y allí conocimos al
sr. Antonio y la sra. Cecilia, quien nos brindaron una completísima mirada
historicopolítica del país. Pero también nos ofrecieron acompañarles a visitar
el taller de arcilla de "unos amigos" que hacían marranos mediante
moldes. Y allí surgió algo realmente inesperado.
Después de explicarnos el proceso de elaboración en una visita
guiada y ofrecernos un choricito con una excelente arepa de trigo y queso,
surgió la idea de quedarnos unos días en su casa para poderles ayudar; resulta
que ellos necesitaban manos y nosotros teníamos "tiempo muerto" entre
el anterior workaway (que terminó antes de hora) y el siguiente (al que todavía
faltaba un poco para ir).
Lo cierto es que teníamos curiosidad por conocer más de cerca el
proceso de la arcilla desde que se extrae, hasta que se obtiene la alcancía,
pero en realidad fue la buena energía del hogar la que no nos hizo dudar en
traer nuestras cosas e instalarnos para aprender sobre la artesanía en barro y
formar parte de la vida de una familia raquirense.
Pasó la semana volando en la que, concentrados totalmente en el
trabajo a causa de las lluvias constantes, pudimos ayudarles en el taller
conociendo des del primer paso hasta el último:
Éste es sólo un pequeño resumen de todo el sacrificio que hay
detrás de cada una de las alcancías que compramos para, primero, llenarla de
monedas, y al final, destruirla para sacarlas. Realmente quedamos sorprendidos
del sacrificio que supone éste ámbito en el que el trabajo en cadena no permite
desconectar del taller, ¡ni siquiera de noche!
Pero si algo nos dolió de verdad fue la reflexión que hicimos
entorno al impacto ambiental. Y ya no estamos hablando de la cantidad de
arcilla que se extrae para el trabajo, que también, sino sobretodo nos referimos
al carbón mineral que se extrae de las minas de los alrededores. Y a pesar de
que ya sabíamos con qué se cocinaba, no fuimos conscientes de lo que suponía
hasta que no descargamos las cinco toneladas del camión.
El problema ya empieza en la precariedad laboral de los mineros
que se juegan la vida a casi dos kilometros bajo tierra para llevarse una
pésima parte por lo que supone tal riqueza natural que, como siempre, la mayor
parte recae en manos de los altos cargos.
Después está la cantidad de carbón que se requiere por horneada.
Teniendo en cuenta que si de cinco toneladas salen unas seis horneadas de mil
marranitos cada una aproximadamente, estamos hablando de que 5000 quilos de
carbón se convierten en 6000 alcancías, ¡por tanto es como si por cada alcancía
gastamos casi un quilo de carbón! El cálculo es muy aproximado, ¿pero
suficientemente alertador no?
El tercer problema recae en la consecuencia de que en un pueblo de
13.000 habitantes esté respirando el humo altamente contaminante de los más de
400 talleres que hornean casi vez por semana cada uno...
Y cuando además descubres la mísera rentabilidad que queda ante
tal sacrificio humano y tal actividad insostenible para el medio ambiente, la
conclusión todavía es mas evidente. Cuando una alcancía (que ya sabemos todo el
desgaste que conlleva) vale lo mismo que un huevo de gallina... ¿El "plan
B" es obvio no?
Por suerte por el medio ambiente y por desgracia por los pobres
artesanos que llevan toda la vida con éste negocio, las restricciones en el
ámbito son cada vez más visibles y los controles cada vez dificultan más tirar
hacia delante los talleres.
Y aquí está la "causalidad" de haber llegado a casa de
Marina y José para ayudarles a cumplir su sueño; ¡cambiar de vida! Hacer
posible que algún día puedan cambiar el taller por la vida de campo, aprovechar
el terreno para la siembra, tener un ganado variado y comer de su propio
trabajo. Poder vender hortalizas, huevos y carne a los alrededores de la finca
y tal vez también comida preparada. ¡O quien sabe si algún día hasta se podrían
montar un pequeño hospedaje rural!
Un sueño muy posible si no fuera porque el taller les absorbe todo
el tiempo del día, y sin contar con las tareas que requiere el hecho de tener
cinco hijos y dos hermanas en la casa. Así que nuestra misión fue ayudarles a
encender ese proyecto, cederles nuestro tiempo para construir los primeros
pasos para lograr ese cambio. Y así han pasado hasta tres semanas en la casa de
la familia Orjuela Vargas, la primera conociendo la artesanía en barro, y las dos siguientes
entregados al nuevo proyecto. Deshaciendo futuros planes, hemos
prorrogado la estancia aprendido muchísimo acerca de cómo construir un
gallinero, una conejera y una cochera, y como tener buen abono mediante la
lombricultura.
Aquí un pequeño recorrido de las cuatro construcciones que hemos llevado a cabo de éstas
dos semanas, aunque quedó pendiente terminar los techos y puertas del gallinero y de la cochera...
En esta casa hemos conocido el trabajo de la arcilla, explorado el
campo de la construcción a pequeña escala, conocido muchísimo acerca del ganado
y cómo cuidarlo, también algunas ideas sobre cocina, a jugar a la teja y a que
el guarapo sabe bien si no piensas demasiado en los ingredientes mágicos, pero
sobretodo hemos tenido la oportunidad de ser dos más de ésta gran familia. Una
familia humilde, honrada y trabajadora que ha demostrado una vez más que sólo
se consiguen las cosas cuando se cree firmemente que pueden ser posibles, y se
lucha con firmeza para que se conviertan en reales.
¡Muchas gracias por recibirnos con tanto amor y dejarnos formar
parte de vuestro sueño! Nos llevamos muchos aprendizajes con nosotros, pero el
mejor regalo es el saber que tenemos parte de familia en un rinconcito de
Colombia llamado Ráquira.
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