Dejando atrás Guatemala con un sentimiento de melancolía por todo lo vivido en ella, nos adentramos en un nuevo país. Para Ovidi, el Salvador no era un lugar cualquiera, sino que cuatro años antes fué el segundo destino latinoamericano que le despertó éste interés por descubrir mundo y sus distintas culturas. Durante todo éste tiempo que estuvo en La Sabana hizo nuevas amistades con las que se iba a reencontrar. Normalmente cuando uno conoce a alguien tan lejano la despedida siempre sabe un poco amarga ya que, uno es consciente de las muchas circunstancias que se deben dar para que se vuelva a dar éste encuentro.
Así pues, después de cuatro años
los caminos se volverían a reencontrar. Durante el trayecto, tanto el uno como
el otro teníamos los pequeños nervios previos a una cita de amor. Aquellos que
van recorriendo tu cuerpo hasta que no los afrontas. Pero al fin, después de 10
horas de carretera, llegó el momento de abrazar a Rigo, una persona puramente
salvadoreña que junto a su familia nos brindaron una gran hospitalidad. Con
ellos compartimos decenas de conversaciones alrededor de la cultura del país,
su historia y su sociedad. Todas ellas acompañadas de la rica cerveza Pilsener,
como no, un referente del país bajo su lema “uniendo a los salvadoreños”. ¡Extraño
sería no ver una de ellas en alguna mesa de un bar!
Pero sin duda, otra parte muy a
destacar de nuestra estancia en el Salvador fue la presencia durante cuatro
días en la comunidad de la Sabana. Un lugar donde reviviríamos el sentimiento rural
de Guatemala con la familia Belloso y otros salvadoreños que nos recibieron con
los brazos bien abiertos. Durante estos cuatro días pudimos contemplar la
belleza del río Lempa con sus grandes volcanes detrás, los pescadores agarrando
el jornal del día rodeados de manglares y su larga y salvaje playa que baña las
aguas del río y las del océano pacífico. Además, nos adentramos en el mundo de
la ganadería. Un ámbito imprescindible en la vida de los salvadoreños que junto
a la agricultura, aporta el capital necesario para vivir.
Para nosotros era novedoso
conocer cualquier cosa acerca de las vacas, unos animales muy presentes en
nuestra alimentación pero que están bien alejados de nosotros. Esta vez
teníamos la oportunidad de saber como era la vida de aquellos que las cuidaban
y de ellas cuando están en libertad. Dueñas de las calles andan libres por los
rincones dónde se les ofrece un buen pasto. Sin sentir ningún estrés transmiten
una gran calma y parsimonia mientras andan en procesión siguiendo su manada sin
indicación alguna. Mimadas por sus dueños requieren de mucho cuidado, pero al
final, también dan lo que reciben: ésta leche pura recién ordeñada de sabor
suave y color blanco intenso que te hacen ver lo alejado que estamos del sabor
natural de los alimentos que nos ofrece la madre tierra.
Este corto pero intenso paso por El Salvador nos permitió conocer un poco sobre su naturaleza, cultura e historia y combatir este sentimiento de miedo e incertidumbre impuesto por los medios acerca del problema de las maras y la violencia que ejercen en el país. Pudimos vivir otro Salvador, el de la gente humilde, honesta y trabajadora que se esfuerza por mostrar al resto el error de generalizar y prejuzgar.
Es cierto que el país aún está
sucumbido por un problema que afecta a su
sociedad, un hecho expresado en extorsión, opresión y muertes. Pero los
ciudadanos, después de tres años de lucha intensa entre maras y Estado, ya
pueden por fin salir a la calle y respirar un aire más tranquilo libre de
cualquier amenaza. El territorio hostil se ha reducido y la gente puede vivir
sin esta presión continua que se instala en tu mente y piensa en que “mañana me
puede tocar a mi”. Durante muchos años han tenido que convivir con esta
problematica que afectaba a todo el país, pero hoy ven luz en un camino bien
oscuro que en cualquier momento puede apagarse. Ojala, que en los próximos años,
esta luz no se apacigue sino que se intensifique e ilumine aún más la senda de
la paz y la tranquilidad de un país que ha sufrido mucho no solo por las
guerras coloniales y civiles, sino también por la sumisión hacia las maras, y
el proceso de exterminación de éstas por parte del Gobierno, que sólo ha podido
conseguir su mengua de una forma
extremadamente radical y violenta.
Así pues, dejamos atrás estos
rasgos que rondan entre la piel blanca, tigueña y morena, su temperamento inquieto,
vivaz y su hablar chabacano. Nos despedimos de éste clima cálido por el día y
fresco por la noche y de la humilde, divertida y honesta gente que nos ha
acompañado durante esta semana para dirigirnos a un nuevo país; Nicaragua.
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