AKUMAL

A sólo veinte minutos en Van (minibus) de Tulum, está uno de éstos lugares que ha dejado huella en el transcurso de nuestro recorrido.

Fácilmente podríamos haber quedado fascinados por cualquiera de sus tres playas, o por el sendero que las recorre ofreciendo unas hermosas vistas periféricas o por la mezcla entre los miles de fósiles de corales que vas encontrando por el suelo y las relajadas iguanas tendidas bajo el sol. 

Pero aun así, ninguna de éstas cosas hace referencia a nuestra fascinación por el lugar. De echo, a simple vista nunca se podría adivinar a qué nos estamos refiriendo. El caso es que en éste rinconcito de la costa de Quintana Roo tuvimos la gran suerte de cumplir un sueño en el que para nada esperábamos poder saciar en éste lugar. 

Es cierto que anteriormente ya habíamos tenido ocasión de ver corales increíbles y numerosos peces de colores, aunque nunca hay dos fondos marinos iguales y Akumal no nos defraudó en eso. El buceo por sus aguas se convirtió en lo que podía parecer un cuento en el que iban apareciendo diferentes personajes que hacían más trepidante la aventura submarina. 

A parte de inmensos arrecifes y de simpáticos bancos de peces luchando para nadar en sincronía frente las corrientes marinas, de golpe y casi apareciendo enfrente nuestro se nos presentó el pez barracuda. Un enorme animal a quien no parece afectarle en absoluto la fuerza del agua, pues es capaz de mantenerse estático por períodos asombrosamente prolongados, como si tuviera la habilidad de parar el tiempo. Realmente un "bicharraco" que te impresiona tanto por su tamaño desmesurado como por su boca de dientes enojados y que por un momento te hace cuestionar acerca de quien de los dos es el depredador.

Siguiendo nuestro camino de buceo nos encontramos con el mítico pez raya, primero escondido bajo la arena y luego destapándose para nadar a ras de suelo. No sólo nos sorprendió el contraste entre su cuerpo ovalado y su larga y rígida cola, sino que la forma calmada en que se desplazaba ofrecía un bello espectáculo de vuelo bajo el mar, moviendo sus extremos de forma ondulada como si del baile de los volantes de una falda se tratara. 

El siguiente encuentro ya fue el que nos hizo derretir de emoción y el motivo por el cual decidimos regresar de nuevo al día siguiente. Si bien la barracuda y el pez raya fueron curiosos de ver, el último personaje de éste cuento nos cautivó por completo. Ésta vez la parada fue lejos del arrecife, más bien cerca de la orilla, donde pudimos entender las ventajas de tener un buen "pasto" en el fondo marino, capaz de atraer los reptiles marinos más grandes y majestuosos del mundo acuático...las tortugas. 

Lo cierto es que son animales que siempre nos habían atraído, sobretodo la idea de poderlas encontrar nadando en medio del mar, pero quizás el hecho de que esto pasara quedaba tan alejado de las posibilidades que nos presentaba nuestra rutina, que tal vez ya se había convertido en algo utópico. Sin embargo, en Akumal ver una tortuga sí era posible, y no solo una sino dos, tres y hasta que perdimos la cuenta. 

Allí estaban, tranquilas, sin prisa, comiendo en el fondo y haciendo pequeños viajes a la superficie para respirar. Protectoras de los pequeños peces que se arropan a ellas y nadan acorde resguardados en sus caparazones. Impactantes por la diferencia entre sus tamaños, algunas pequeñitas y otras realmente colosales. Y Llamativas por los peculiares estampados grabados tanto en su caparazón como en su piel, dibujan heterogéneas formas geométricas al estilo mosaico. 

Unos animales elegantes y calmados que captaron toda nuestra atención por horas, secuestrados por su belleza nadando a su alrededor, embobados observando cada uno de sus movimientos, esperando impacientes que sacaran su cabecita para respirar...y despidiéndonos sabiendo que si bien la experiencia alguna vez se repetía, por lo menos tardaríamos mucho tiempo en volverlas a ver.