jueves, 20 de julio de 2017

CIENFUEGOS















La primera ciudad que conocemos después de la Habana es Cienfuegos, con bastante similitud respecto al colorido de las casas pero de una arquitectura diferente pues proviene de la colonización francesa. Cada una de las puertas de sus casas quedan guardadas por peculiares verjas de hierro y curiosas formas que permiten proteger la vivienda a la vez que facilita la corriente de aire en el interior del hogar. Es muy típica la escena de cuban@s reposando en ellas en las horas donde aprieta más el calor.

Después de pasar algunas horas paseando debajo del ardiente sol y de ser resguardados en la sombra de algún árbol, decidimos retomar el rumbo en busca del malecón. Mientras vamos andando por el centro de la ciudad vemos a lo lejos el mar, y nos dirigimos en ésta dirección esperando encontrar lo que buscábamos, pero al llegar allí nos dimos cuenta que esto no podía ser el malecón, sino tal vez una de las zonas más pobres de la ciudad, pero en dónde pudimos encontrar un tesoro mayor.

Al quedar parados observando la periferia del mar, de pronto se nos acerca una niña de unos once años, curiosa por nuestra presencia en aquel extraño lugar por el cual parecía que no acostumbraban a pasar demasiados turistas. Al ver que interactuábamos con ella de forma natural, en tan solo un par de minutos ya empiezan a dejarse ver detrás de ella unos cuantos niños más pequeños que poco a poco se van sumando al encuentro; sus miradas quedan fijadas en forma de asombro en nuestros zapatos y ropas a la vez que nos piden algunos caramelos. Es en éste momento cuando se dan cuenta de las piedras que llevamos colgadas en el cuello, y después de pedírnoslas, les explicamos que no se pueden regalar, pues son regalos que nos han hecho nuestros amigos y que sirven de amuletos de protección.

Sus caras se marchitan rápidamente y leemos la desesperación en sus ojos por querer tener cualquier “cosa” sin importar demasiado de que se trate. Es en éste momento cuando inventamos un pequeño juego:

¿Sabíais que todas las piedras pueden ser mágicas? ¡Solo hace falta encontrarlas! Vamos a busca una piedra en el suelo, cada uno la suya, pero no puede ser una piedra cualquiera, debe ser...¡la piedra! Y cuando la tengamos la guardamos en la palma de nuestras manos y apretamos bien fuerte, fuerte, para darle toda la buena energía...
Ahora vamos a hacer un círculo y regalaremos la piedra que hemos elegido a la persona de nuestra derecha, porque para que sean mágicas deben ser regaladas, y cuando tengamos la nuestra cerraremos los ojos y pediremos un deseo. Luego debemos guardar la piedra del deseo en un sitio secreto para que se cumpla”


A veces, los adultos nos rompemos la cabeza para buscar la mejor manera de complacer a los pequeños, o simplemente en cómo gestionar las emociones cuando decides renunciar a las demandas de un niño, que de una manera u otra te está pidiendo limosna. Y puede ser tan sencillo como inventar un cuento que de alguna manera les haga mantener la ilusión por algo, y brindarles la oportunidad de seguir creyendo en la magia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario