lunes, 25 de febrero de 2019

NEPAL: cerrando lo inefable



La antigua idea volvió a visitarnos
Un nuevo reto nos esperaba

Decidimos pararlo todo
Para partir hacia la nada

Dejamos el piso vacío
Y marchamos con el corazón lleno

Caminar hacia delante
Sabiendo lo que quedaba atrás

Ignorábamos que nos depararía
Aún sabiendo que fácil no sería

Queríamos cumplir nuestro sueño
Pero más despiertos que nunca


Y así empezó todo, un 16 de Junio arrancábamos nuestro viaje destino La Habana con un objetivo claro y sin billete de regreso. Queríamos dejarnos llevar por donde las circunstancias nos guiaran, conocer otros lugares pero sin un itinerario marcado más allá de las sugerencias de los locales u otros viajeros, seguir un rumbo hacia la nada y a la vez hacia el todo, aprender de cada situación y valorar cada instante, mezclarnos con distintas culturas y conocer realmente otras formas de vida, conviviendo con las personas autóctonas de cada lugar. A partir de ese momento la improvisación sería nuestro nuevo modus vivendi, nuestras pertinencias materiales no serían más que las que se sostenían de nuestros hombros, y el tiempo dejaría de ser nuestro amo, pues por una vez en la vida, de él tendríamos el poder. El poder de elegir ¿qué? ¿cuándo? ¿cómo? ¿dónde? y ¿con quién? El poder de optar, de escoger, de decidir... en definitiva sería lo mas parecido a vivir aquello a lo que llaman libertad.

CAMINANDO DE REGRESO
la ruta más larga

Los seres humanos igual que los animales, tenemos la capacidad de ejercer acciones físicas generalmente para resolver nuestras necesidades y ser autónomos en nuestro día a día. Por otro lado, sabemos que la práctica del deporte voluntario nos ayuda a tener una buena salud física y mental.

Es por ello que "caminar" no es una acción cualquiera, aunque esté tan integrada en nuestro día a día que no le prestemos importancia. De hecho es la primera acción consciente que aprenden la mayoría de animales y, a pesar de que a los humanos nos cuesta entre uno y dos años de vida, los patos ya lo consiguen a los quince días, y las jirafas no tardan mas de una hora en tenderse de pié desde que salen del vientre de sus madres.

Y es que caminar no sólo permite desplazarse para ir en busca de comida, siendo el primer paso hacia la autonomía, sino que además permite explorar el entorno e interactuar con él, conocer otros lugares y la gente que los habita. Caminar es, quizás, nuestro primer viaje.

Es increíble lo que somos capaces de avanzar solamente colocando un pié detrás de otro, y a veces sólo nos damos cuenta de ello cuando después de varias horas andando, nos volteamos y vemos todo lo que hemos dejado atrás, observando todo aquello que ya forma parte del pasado pero que de algún modo sigue con nosotros, porque hemos sido capaces de conquistarlo.


segundo día de ruta en, Bahundanda


“Es importante saber de dónde vienes y es importante saber hacia donde vas, pero lo más importante es darte cuenta de que estás caminando”
                                                                                            
deliriosdeviaje
                  
Dicen que es bueno caminar después de la comida para una buena digestión, y lo cierto es que caminar en sí, también es un buen digestivo de emociones. Por ello no había mejor manera de cerrar nuestro viaje que caminando, una forma metafórica de volver a casa que hacía del último mes de viaje una etapa de transición entre el sueño que estábamos viviendo y la difícil pero también deseada vuelta a casa.

Y qué mejor lugar para hacerlo que en el país donde se alojan las montañas más altas del planeta. Nepal era el sitio perfecto para terminar nuestro viaje, caminando durante veinte días alrededor de sus Himalayas, absorbiendo su energía mientras nos despedíamos de un año y medio de aventuras, paisajes, culturas y aprendizajes saqueados en un cóctel de emociones más que intensas y conmovedoras.

Es cierto que durante el viaje hemos podido contemplar grandes cimas en la cordillera de Los Andes, la cual atraviesa toda Sudamérica, pero ahora teníamos la oportunidad de despedirnos de las más grandes en el país que más se acerca al cielo. Nepal no solo es nombrado “el techo del mundo” por su gran conocido Everest, la montaña más alta del planeta con 8.848m sobre el nivel del mar, sino que detrás de éste monstruo le siguen otros siete montes (de los catorce que hay en todo el mundo) que superan los 8.000m, veintinueve 7.000m, de los cuales cinco superan los 7.800m, y hasta veintiún picos de más de 6.000m. ¿Poquita cosa, verdad? Pues por si esto no fuera suficientemente representativo, Nepal también es la cuna del budismo, ya que Siddharta Gautama (Buda) nació bajo un gran árbol en la ciudad nepalí de Lumbini.

Éstos dos hechos hacen de Nepal un país cargado de la mezcla de energías espirituales entre la parte natural de sus majestuosas montañas, junto con los rituales budistas de su gente, que permite encontrar estepas, ruedas de plegarias y coloreadas banderas de oración repartidas por sus himalayas, ya sea en las cimas, en las casas de la gente, en los numerosos puentes tibetanos o entremedio de los bosques y senderos.



mirador en Ghyaru, 3720m


Como en casi todos los destinos que hemos ido pisando, en Nepal tampoco teníamos claro qué ruta seguir, pero lo que sí sabíamos era que queríamos pasar todo el tiempo posible trotando por sus montañas, así que nos decidimos por la ruta circular de las Anapurnas. Nos esperaban veinte días caminando sin parar, sin transporte alguno, más que nuestras piernas y con nuestra querida mochila en las espaldas, la que nos ha acompañado durante un año y medio siendo lo más parecido a nuestra casa, aunque ésta vez la prioridad de equipaje sería exclusivamente para ropa de abrigo, botiquín, y algo de comida.

De algún modo Nepal ha sido como una metáfora de nuestro periplo, algo como un viaje dentro del viaje, y es que el trekking nos ha hecho recordar lo vivido durante todo éste tiempo fuera de casa, analizarlo y valorarlo. Y así vamos a contarlo, cerrando lo inefable desde el paralelismo entre esta pequeña pero intensa ruta de veinte días por las montañas de Nepal, con la larga ruta de año y medio por gran parte de América Latina y una pincelada del Sud-Este asiático.




LA GENTE
la huella del camino

La única premisa era iniciar el viaje disfrutando de cada paso, siguiendo las orientaciones que nos habían regalado antes, pero dejándonos llevar por lo que podía ocurrir, ofreciendo espacios para la improvisación y sobretodo escuchando a nuestro cuerpo, que sería nuestro motor de arranque día tras día. Y con esta filosofía conocimos a Ferran, quién empezaría la ruta desde el primer día siendo un desconocido, y acabaría terminándola el último día en el aeropuerto convertido en un buen amigo.




ascenso al Tilicho Lake, a unos 4500m


Ésta es una de las cosas maravillosas que tiene viajar y que siempre recordamos con una gran sonrisa. A pesar de que una de las situaciones que nos ha creado mucha nostalgia durante el viaje es haber estado separado de nuestros amigos, y consecuentemente de habernos perdido mil y una aventuras, fiestas, bodas y nacimientos, también podemos decir que hemos podido recoger pequeños brotes de amistad que han ido creciendo en los diferentes rincones por donde hemos pasado.

Y precisamente esto es lo que hace que el viaje sea enriquecedor porque… ¿de que sirve ir a un lugar si no conoces quién lo habita? Es por ello que siempre hemos querido acercarnos a la gente autóctona de cada sitio, conversar sobre cosas importantes y también sobre estupideces con el fin de comprender las diferentes formas de ver la vida, compartir distintas experiencias que nos acerquen, o bien descubrir aquello que nos hace diferentes, impregnarnos de las culturas y microculturas de cada país, agarrando todos aquellos aprendizajes interesantes que podamos llevarnos a nuestro terreno y también captando otras maneras de actuar que nos desagradan para recordarnos evitarlas siempre que podamos.


en algún lugar cerca de Besi Sahar
Y es que lo que puede ser muy intenso y duradero en un momento, el paso del tiempo rápido lo convierte en efímero, por lo que de todo el recorrido, tratamos de guardar en la memoria aquellos paisajes que nos han ido hechizando por su encanto. De algún modo hemos podido traerlos con nosotros en las fotos, las que se encargan de recordarnos realmente cómo eran. Y qué lástima que no podamos volver acompañados también de algunas personas, aunque sólo fuera por un tiempo, pero afortunadamente sí que nos hemos podido traer grandes amistades que han ido labrando sus parcelitas dentro de nuestro corazón, gente que nos ha ofrecido todo lo que estaba a su alcance para hacernos sentir como en casa, personas que han conseguido sacarnos la mejor de nuestras sonrisas, pero que también nos han hecho derramar algunas lágrimas de despedida, sobretodo, debido al hecho de pensar que en muchos casos es posible que no volvamos a vernos jamás. Pero lo que tenemos claro es que estarán presentes en nuestro recuerdo y siempre formarán parte de un sueño ya cumplido.

Es importante recordar esto, porque una de las grandes preocupaciones que tenía nuestro entorno antes de partir, y que obviamente nos acabaron contagiando, es la desconfianza acerca de los niveles de peligrosidad en otros países, sobretodo en América Latina. Familia, amigos y conocidos nos deseaban mucha suerte, pero delante de una advertencia acerca de vigilar mucho con la gente.

a veces... el peligro es relativo
No es racismo, son prejuicios. Es lo que sucede cuando lo que conoces de un lugar solo son las malas noticias sensacionalistas emitidas por los países occidentales para despreciar a las otras culturas, hacernos creer que nuestro sistema es el mejor, aumentar nuestro narcisismo capitalista y hacernos sentir protegidos y cómodos en casa. No podemos obviar que en un prejuicio siempre tiene algo de razón, porque hay cosas que pasan y que no podemos negar, pero eso no debe ser considerado como algo omnipresente que caracterice a un país entero.


Con esto no queremos decir que no haya que ser precavido y un tanto desconfiado, simplemente que sería una pena dejarse perder un lugar por las malas lenguas que ponen a todas las personas en un mismo saco. En realidad es curioso que de todos los dieciséis países visitados, los que han conseguido “secuestrarnos” más tiempo han sido tres de los más temidos por su mala reputación

Primero México: "el país del crimen organizado, del tráfico de droga y de los sicarios” nos cautivó por un mes y medio recorriendo sus increíbles paisajes del sur del país, ha sido el lugar donde más hemos usado el couchsurfing conociendo la vida de personas muy distintas pero igual de hospitalarias, dónde hasta hemos sido invitados a una boda y dónde nos hubiéramos quedado más tiempo si no nos hubiéramos comprometido con la llegada al siguiente destino. 


En Guatemala, “el país de la delincuencia, los guerrilleros y la pobreza, el Guatepeor” es donde guardamos nuestra mejor experiencia creando el proyecto del Espacio Juvenil, en nuestra comunidad favorita del mundo, el lugar donde se demuestra que la guerrilla es una vía de supervivencia del pueblo y que la educación es la base del desarrollo, un lugar donde seguro regresaremos y donde dos meses y medio nos parecieron más que escasos.


Y por último Colombia: "el país de la coca, las organizaciones armadas y los narcos” nos hechizó tanto que de allí no solo nos llevamos grandes amigos, sino que también nuestra piel fue testigo de un recuerdo de por vida. Quizás merece la pena pensar que un país que trata de cicatrizar las heridas del narcotráfico es posible que no lo consiga por la misma construcción social que la envuelve, y que por algún motivo será que salimos del país tan sólo un día antes que se nos caducara el visado de tres meses.

En realidad podemos decir que en todo este año y medio no hemos sido víctimas de ningún robo serio, más que una virgen de plástico dorada de ningún valor material, y un intento de robo que terminó siendo el “ladrón” el que fue cacheado por nosotros. Así que, si hay dos cosas importantes hemos aprendido en éste viaje es que, por un lado, la prevención es siempre la mejor arma, y por otro que, en el “mundo” hay más gente buena que trata de ayudar, que gente oscura que trata de aprovecharse. Y además también seria interesante analizar cual es la situación de éstas últimas personas más propensas a la delincuencia, porque lo mas probable es que recurran a ella por necesidad, siendo víctimas de un sistema del que todos formamos parte.

Si hemos vuelto con una gran sonrisa, es sobretodo por los grandes momentos que nos han regalado personas que en un principio eran desconocidas y ahora tienen un gran lugar en nuestra memoria, personas que de algún modo nos han invitado a seguir viajando para disfrutar de otras experiencias increíbles:


Ir a un concierto de calle de unos amigos y que nos dediquen una canción por el micrófono. (Cuba)

Recibirnos en casa como amigos, a pesar de ser ilegal hacerlo sin cobrar ni declararlo (Cuba)

Ir a comprar fruta y que otros clientes insistan en pagarte la compra, y que después la vendedora te acabe de llenar la bolsa con más verduras. (Ecuador)

Conocer a un grupo de amigos y que te inviten a una boda una semana más tarde, y una vez allí te reciban como unos más de la familia. (México)

Que los jóvenes con quien llevábamos compartiendo dos meses de proyecto encargaran un pastel desde la ciudad mas cercana, donde ponía “gracias M.O”. y después que nos rodearan bajo la luz de la luna para cantar canciones juntos. (Guatemala)

Que te recojan dos camioneros para hacer 300km de carretera y que a al parar a repostar te inviten a bebidas frías. (México)

Cuando alguien que casi acabas de conocer te entrega las llaves de su (segunda) casa en un pueblo a tres horas en autobús, para que te hospedes allí los días que necesites. (Ecuador)

Quedarnos en casa de alguien especial por unos días y que al marcharnos nos regalara una buena cámara fotográfica para tomar mejores fotos en el viaje. (Ecuador)

Marcharnos de una comunidad llenos de telas y morrales que las mujeres habían tejido para nosotros (Guatemala), de monedas antiguas ya inexistentes (México) de peluches de infancia a los que tenían mucho aprecio (Perú), de collares hechos a mano y de figuras arqueológicas (Ecuador), de amuletos religiosos (Costa Rica), de piedras de plata recién extraídas (Bolivia), y de otras muchas cosas que querían regalarnos pero no podíamos cargar (Colombia).


La lista podría continuar recorriendo cada país por el que hemos pasado y explicando cada uno de los detalles recibidos, pues  en todos hemos sido obsequiados con bonitos gestos de la gente local para hacernos sentir como en casa. Quizás éstas son acciones que al leerlas se perciben solo como regalos materiales, pero detrás de ellos hay nobles intenciones que nos ayudan a ejemplificar claramente como en muchos lugares la gente trata de colaborar de una forma altruista, ya sea con un regalo, un plato de comida, una recomendación o simplemente una sonrisa.

mujeres en el descanso de mediodía en Lampata


mujer con carga cerca de Upper Pisang
mujer de 87 años contemplando los himalayas, en el pueblo de Ngawal

LA PACHAMAMA
el motivo de nuestra existencia

Otra de las grandes cosas que ha contribuido en nuestra metamorfosis humana durante éste viaje, es nuestro amor por la tierra. Es cierto que siempre nos hemos sentido muy atraídos por los paisajes naturales y, en realidad, una de las cosas que nos hizo decidir en realizar éste viaje y decantarnos por un destino u otro fue qué tanta naturaleza podíamos encontrar. Pero lo que no esperábamos era que rodearnos de naturaleza podría cargarnos tanto de energía, ni que podríamos llegar a alcanzar un sentimiento de gratitud tan grande por todo lo que realmente nos aporta.


Durante este año y medio hemos sido testigos de algunas de las grandes maravillas que existen en el planeta Tierra. Explorando desde zonas húmedas con gran abundancia de flora y fauna, pasando unos días cruzando la selva amazónica y viendo especies únicas y árboles milenarios, bañarnos y pescar en sus ríos, cargarnos de energía debajo de mágicas cascadas, sumergirnos en algunos de los miles de cenotes conectados por aguas subterráneas donde se hacían importantes rituales mayas, bañarnos en lagos dentro de los cráteres de grandes volcanes, hasta alcanzar a ver algunos de los lagos más altos del mundo, u otros que cambian de color dependiendo de su profundidad o biodiversidad.

Conocer playas de ensueño con aguas cristalinas, palmeras y arena blanca, y hasta una de color rosada por el coral picado que va quedando año tras año, otras con arenas bien coloridas por la cantidad de conchas distintas que se extienden en el suelo, y también preciosas playas vírgenes donde es la vegetación de manglares u otras especies la que domina el lugar. A veces simplemente ha valido la pena quedarnos a ver los reflejos de la arena cuando baja la marea o contemplar un mar lleno de surfers desde un gran acantilado. 

Pero no podemos olvidar otros lugares fascinantes, no por su vegetación si no precisamente por la falta de ella, ya sea por la altura, el viento o el calor, donde se extiende “la nada”, espacios vírgenes que te recuerdan lo pequeños e insignificantes que somos frente al planeta, ya sea en los páramos, en desiertos de arena o de sal, altiplanos de piedra y roca afilada capaz de dibujar asombrosas formas, o montañas coloridas por su riqueza en minerales.

Y si estos escenarios ya son de por si hechizantes, la cosa todavía se hace más excitante cuando en ellos aparecen los protagonistas. Hemos tenido la suerte de ser espectadores de la grandeza del mundo animal y no sólo conocer extrañísimas especies que no habíamos apreciado más que en documentales o libros, sino que además los hemos visto en acción. Desde observar las interacciones que se dan en un fondo marino abundante en corales y otras muchas especies, hasta ver situaciones concretas cómo una tortuga poniendo sus huevos en una noche de luna llena, contemplar las ballenas jorobadas expulsando aire por su espiráculo o sumergirse dejando para el final el movimiento de su cola, seguir el vuelo de los cóndores dejándose llevar por las corrientes de aire entre los cañones, rodearnos de cientos de llamas distintas delante de un desierto de sal, ver a miles de flamencos rosados reposando en las aguas de lagunas coloradas a 4.300m de altura, bañarnos atónitos entre tiburones ballena, observar a menos de diez metros como un orangután macho trataba de seducir a una hembra, contemplar anonados cómo dos dragones de Komodo se comían sin reparo a un enorme búfalo, o pelear con las corrientes marinas para presenciar el seductor movimiento al nadar de las enormes mantas rayas.

La ruta por Nepal nos ha terminado de hipnotizar al conectarnos durante tanto tiempo con la naturaleza mientras caminábamos por sus montañas. Jamás habíamos pasado tantos días viviendo una experiencia similar, y ha sido posiblemente la mejor forma que existía para cerrar un viaje de tal calibre. Por un lado tener la oportunidad de contemplar la hermandad de montañas de 8000m, y reseguir todos los valles, pueblos y bosques que le preceden. Por el otro, el reto personal de seguir un camino tan largo y, aunque bastante asequible para muchos por la poca tecnicidad que requiere y la comodidad en los hospedajes, nuestra ruta ha sido complicada en cuanto a la resistencia de pasar tantos días exponiendo el cuerpo a desgastes físicos continuos, y a constantes cambios de temperatura y altitud. Pero mientras el cuerpo se “castiga”, también se hace más fuerte y la mente cada vez está más conectada con la montaña, por lo que cuando han aparecido algunos momentos de cansancio, han sido vencidos rápidamente por las ganas de conocer lo que había más allá, de descubrir el siguiente pueblo, contemplar las vistas desde un punto más alto, o bien revelar qué nuevo paisaje había en el siguiente valle.



Ésta es precisamente una de las cosas que ha motivado a seguir con la ruta y que la constituye como uno de los tramos de trekking más bonitos del mundo. Nosotros optamos por rodear las Anapurnas de forma que pudiéramos ver distintas perspectivas de éstas montañas y de sus otras grandes vecinas, conectar con otras zonas, y contrastar también los paisajes entre distintas altitudes de forma progresiva mientras íbamos sumando kilómetros a nuestras espaldas.



El paisaje fue muy cambiante porque empezamos por Besi Sahar, un pueblo a tan sólo 760m de altura. Por ese motivo pudimos disfrutar de una primera etapa con temperaturas muy agradables y montañas todavía muy verdes. La vegetación era abundante y la poca altura permitía encontrarnos con pueblos agrícolas, disfrutar de la manga corta y de márgenes y jardines bien floreados que ofrecían a Ferran variados ornamentos para su singular sombrero de paja.

A pesar de las pesadas subidas por tramos de pista, donde nuestra boca se secaba contínuamente por el polvo que levantaban los jeeps a toda pastilla, la energía se iba cargando a medida que íbamos conectando con el entorno y cruzando los primeros puentes tibetanos que tan familiares se irían haciendo a lo largo de la ruta.







Y a medida que los días pasaban, cada vez nos sentíamos más fuertes. Las primeras llagas y contracturas apenas eran una molestia pues nuestro cuerpo se iba adaptando al medio y acostumbrándose a la nueva rutina, nuestras piernas cada vez estaban más duras mientras la grasa abdominal se iba reduciendo. La altura iba subiendo a la vez que la temperatura bajaba, la ropa de abrigo iba saliendo de la mochila para taparnos cada día un poco más, el gorro de lana desterró al sombrero de paja, las gallinas se cambiaron por enormes y peludos yaks, y la prisa por ducharnos antes de que se escondiera el sol era cada vez más inminente.



El paisaje se transformaba detrás de cada montaña por lo que no podíamos dejar de sorprendernos a cada rato, tratando de inmortalizar cada momento, cada paisaje. Las flores se iban escondiendo y las cimas nevadas cada vez se dejaban ver más. Era increíble podernos acostar limpios y cubiertos bajo mantas calientes mientras contemplábamos por la ventana como se escondía el  sol detrás de una montaña de casi 8000m.


Caminar ya era una rutina con la que nos sentíamos cómodos y no tan cansados. La naturaleza nos proveía de paisajes espectaculares, cada cuál mejor que el anterior. Después de despedir los bosques de avetos aparecían zonas más rocosas pero de panorámicas increíbles. Las ansias de seguir avanzando daban algunas treguas para comer, descansar e intercambiar algunas palabras con las personas autóctonas que salían a ofrecer algunas frutas, un plato de comida o una taza de té.


También parábamos a voltear las ruedas de plegaria que íbamos encontrando, sintiéndonos a veces asombrados, de como la fe en el budismo era tan fuerte que conseguía construir preciosas estupas en las laderas de sus montañas, e increíbles miradores repletos de banderas de plegarias que ondeaban de un lugar a otro coronando sus montañas.




El reto se hacía más grande cuanto más nos acercábamos a cotas altas, y cómo es obvio, cuanto más alto, mejores vistas. Además, buscando puntas de aclimatación, pudimos conocer a dos lagos increíbles, los más altos de Nepal y algunos de los más altos del mundo, donde ni siquiera los peces más acostumbrados a aguas frías son capaces de vivir por la falta de oxígeno.








Ice Lake, 4.600m
Tilicho Lake, 4919m



Después de ellos venía el paso tan esperado de Thorang La Pass (5416m), y poder cruzar al otro lado para ver como se exponían las laderas del Mustang que dan lugar a otro paisaje totalmente distinto, más árido y un tanto rojizo que se presentó ante un gran cañón de fuerte viento y terreno muy pedrizo. A partir de allí, conocimos otro paisaje y también otra gente, la cultura era distinta y también la comida, pues era una zona mucho más accesible para poder abastecer a los distintos pueblos.

Thorang La Pass, 5.416m




 



Y cuando para muchos la ruta había terminado, para nosotros empezó la segunda parte del trekking que cerraba el círculo alrededor de las Anapurnas por la parte sur. Era la oportunidad de volver a empezar un ascenso pero por un camino totalmente distinto. Volvieron las temperaturas más altas y ésta vez con una terrible humedad que nos dejaba bien bañados al final del día. Era asombroso ver crecer plataneros y al fondo las montañas nevadas, cruzar zonas selváticas pero saber que no nos habíamos alejado demasiado de las grandes montañas.




Regresaron los jardines de flores, las naranjas, la miel y los campos sembrados. Ahora los caminos eran de piedra y quedaban adornados por los claveles secos que colgaban de manera ornamental entre casa y casa cargando de energía los pueblecitos que íbamos encontrando en el camino.





Obviamente el pasaje fue cambiando de nuevo a medida que ganábamos altura, pero ésta vez la vegetación tenía mucha más resistencia. Nunca hubiéramos pensado que podríamos ser testigos de ver cañas de un tipo de bambú a tal altura, y mucho menos que de golpe empezaran a teñirse de blanco por los copos de nieve que iban cayendo poco a poco, tapando cada vez más el relieve del suelo y destacando los relieves de las montañas como cuando éramos niños y espolvoreábamos los pesebres con harina.




 

Fotografiando al Machapuchare de 6.993m

A pesar de que el tiempo no nos dejó ver el gran santuario de Anapurnas, para nosotros fue un final muy mágico caminar bajo la nieve durante algunas horas, disfrutando del calor que generaba nuestro cuerpo ante un ambiente bien frío, de ver un paisaje nuevo, cada vez más blanco mientras que las cascadas se iban petrificando.

El momento era único, pero a su vez el objetivo de llegar al refugio se hizo realmente apetecible al imaginar el momento de poder recostarnos alrededor del fuego, tomar una taza de té masala, y ver como a nuestro alrededor seguía acumulando grosor de nieve mientras nos mirábamos orgullosos de nuestra última meta conseguida.

 

Ni todas las cervezas de Nepal hubieran sido suficientes para celebrar lo que habían sido esos diecinueve días para nosotros. Fueron ni más ni menos que 264kms recorridos por nuestros propios pies, 125 horas caminando con más de 1100m de desnivel al día, entregados a la montaña y a nuestra propia renovación, una limpieza de nuestro cuerpo y un fortalecimiento de nuestra mente para cerrar el gran viaje y disponernos para afrontar el nuevo reto de vuelta.

Los pueblos nos conquistaron con sus casitas de piedra, sus cálidos hospedajes y algunas paradas de artesanías donde podías encontrar desde telas de los peludos yak, hasta cajitas y bisutería de plata. Las montañas nos enseñaron una vez más, lo minúsculos e insignificantes que somos cuando nos descubrimos ante la naturaleza, no solamente aquella que nos sostiene de pié y que hace que no estemos en un vacío eterno, sino también nuestra fuente de aire, agua y alimento.

Es difícil describir como se siente la inmensidad cuando tú te conviertes en algo tan minúsculo, cuando los vulnerables somos nosotros y en vez de mostrar respeto a tal fuerza mayor, nos sentimos dueños de ella.

ascenso al Ice Lake, vistas hacia el Gangapurna (7455m)
descenso del Tilicho Lake

Ambos somos amantes de nuestra tierra, de hecho son nuestras raíces las que nos han hecho regresar a casa, pero tenemos que reconocer que a pesar de que todavía podemos disfrutar de paisajes naturales, nuestro “desarrollo” como sociedad ha pasado por destruir lo que realmente nos da de comer para construir lugares donde producir otros alimentos artificiales, más instantáneos, químicos y caros que sustentan el sistema de producción y consumo, la perpetuidad del sistema capitalista… en definitiva todo aquello que hace referencia a la “modernidad líquida” de Zigmund Bauman.

Quizás perder el contacto (tan) directo con la naturaleza es la que nos hace distanciar de la razón de quererla y preservarla. Por lo que respecta a nosotros, hemos aprendido a quererla todavía más, a disfrutar de los increíbles paisajes que es capaz de dibujar y también a saborear todos los productos que nos ofrece si la cuidamos. Por otro lado también nos hemos concienciado de cuantas malditas cosas hacemos (o no hacemos) para destruirla y cómo de importante es la educación ambiental.

Si bien es cierto que en la mayoría de países del hemisferio norte existe mayor consciencia medioambiental en cuanto a los hábitos y rutinas, también lo es que, a pesar de tener grandes sistemas de reciclaje, también son éstos países los que tienen las empresas que generan los mayores residuos y que, por tanto, están destruyendo más rápidamente nuestro planeta. El quit de la cuestión recae en que no es tan visible. Y ahora ya no tiene tanto que ver con el capitalismo en sí, sino en la sobreproducción de los países manufactureros esclavizados por los países demandantes, en la falta de control de emisiones y en el empujón de la globalización a que todos éstos productos circulen a bajos costes económicos sin cuestionar los costes ambientales. De éste modo China es el país que mas niveles de contaminación emite, y detrás le sigue EEUU, Índia, Rúsia y Japón.

Todo esto no nos ha venido de nuevo, pero es cierto que la tendencia a criticar países que amontonan su basura en las cunetas, la queman y hasta la desechan en el río es muy extendida, sobretodo cuando tirar bolsas, latas o empaques de plástico por la ventana de un autobús es algo que forma parte de la normalidad de un país. Y somos los primeros que hemos intentado esparcir esa pequeña corriente de consciencia medioambiental, pero también debemos ser los primeros en autocorregirnos y que nuestras acciones traten de corresponder a nuestra forma de pensar, desde el plástico que reutilizamos, reciclamos, o sobretodo tratamos de evitar, hasta el ascensor, coche o avión que usamos para satisfacer nuestras necesidades o, a veces, comodidades.

Nepal es un ejemplo más de las incoherencias humanas respecto al medio, pues es difícil entender cómo en un país donde se encuentran las montañas más altas del mundo que llevan a visitarlas a unas 940.000 personas al año, tenga a su vez la capital más contaminada que hemos visitado nunca. Ver ríos negros llenos de basura y tener que pasear con un pañuelo por los grandes niveles de polución parece imposible al lado de tal paraíso natural como son sus Himalayas. Aunque suponemos que no es algo tan extraño cuando lees que el Everest es nombrado “el basurero mas alto de la Tierra” ya que el gobierno de Nepal estimó que se albergaban hasta 50 toneladas de basura, sin contar cadáveres. Son cifras representativas que tal vez ayuden a cuestionar cual es el papel que queremos jugar en éste mundo.

EL TIEMPO
condena o libertad

En el mundo capitalista somos nosotros los que compramos a nuestro propio amo. El reloj es quien decide por nosotros, el creador de la gran metáfora, pues es el tiempo quién más nos exprime, pero a su vez también es deseado por todos. Es el que divide nuestros días en tiempo de trabajo, y tiempo restante, y en el último hay que subdividir en tiempo para comer, descansar, ocuparnos de nuestras obligaciones en la vida privada y una simbólica parte para repartir entre los hobbies que nos gustan y estar con nuestra gente, aunque generalmente por falta de tiempo ya mezclamos ambas cosas.

Como bien define José Mujica, invertimos nuestro tiempo en trabajar y conseguir dinero para vivir, lo que en realidad convierte todo aquello que tenemos en tiempo gastado. Nosotros dos decidimos invertir mucho de ese tiempo trabajando, y que poco de ese tiempo se convirtiera en bienes. Gracias a todo ese esfuerzo, viviendo sencillamente antes y durante el viaje, hemos conseguido cumplir un sueño haciendo éste gran viaje, pero también hemos conseguido cambiar las leyes y ser por una vez nosotros los dueños de nuestro tiempo. No obstante, eso también nos convierte en privilegiados pues a pesar de que hay mucha gente que trabaja mucho y vive sencillamente, jamás tendrá oportunidades similares, y es por ello que hemos valorado cada uno de los minutos disfrutados durante todo éste tiempo.

Es muy difícil explicar la sensación de mirar la hora sólo por curiosidad y de decidir durante un año y medio de qué manera empleamos nuestro tiempo. El viaje te permite decidir acerca de todo aquello que quieres o puedes hacer, pero lo mas importante es que te permite decidir cuándo. A qué hora te levantas y a qué hora te acuestas, cuándo comes y cuánto rato te tiras cocinando, cuánto tiempo dedicas a cuidar tu cuerpo o tu mente, y descubrir qué capacidad tenemos de estimular nuestra parte intelectual y creativa cuando el tiempo no es un límite.

El viaje nos ha permitido conocernos más entre nosotros, pero también a nosotros mismos. Leer libros gruesos más técnicos o sencillas novelas de crímenes, pintar mandalas en un papel o pintar paredes enteras, comer cualquier cosa en un puesto de calle o aprender a cocinar platos típicos y laboriosos, con los ingredientes que has ido a comprar también tranquilamente. Coser un pequeño descosido y hasta tejer un morral, probar malabares de fuego o aprender macramé frente el mar. Ejemplos de cosas que hemos aprendido porque hemos podido dedicar esos momentos para ello, ya que en nuestro día a día debemos priorizar en hacer las muchas cosas que nos gustan ante un tiempo estrictamente limitado, en el que pocas veces dejamos espacio para explorarnos, ponernos a prueba o simplemente dejarnos fluir.

También en el tiempo recae la diferencia entre viajar de vacaciones, donde quieres exprimir todo el tiempo que tienes en ver muchas cosas y aprovechar al máximo la experiencia, y viajar sin regreso, donde no prevale el ver rápido sino el vivir lento, saborear cada momento y disfrutar toda experiencia. Aunque viviendo muy sencillamente, si “el tiempo es oro” nosotros hemos sido ricos durante dieciocho meses.

“He necesitado salir a recorrer mundo no sólo para conocerlo, sino también para permitirme el tiempo de razonar acerca de él.  Viajar no sólo es recorrer, también es pensar”

deliriosdeviaje


LA MOCHILA
dónde queda todo

El termino “mochileros” se usa normalmente para designar aquella gente que viaja de un modo sencillo, sin un rumbo demasiado marcado, buscando lo más económico y vivencial por encima del confort, y tratando de adaptarse al lugar con mínimas cosas materiales. Por ello es que pueden cargar con todo a la espalda y no necesitan una enorme maleta de ruedas.

Para nosotros dentro de éste concepto hay tantas formas de viajar cómo personas que viajan, y es por ello que no nos sentimos demasiados identificados con el concepto, pero lo que es cierto es que la mochila es para cualquier viajero su mayor tesoro.



No tanto por aquello que puedas cargar dentro de ella, sino por el mero hecho de ser nosotros mismos quienes cargamos con todo aquello que necesitamos. Es otro interesante aprendizaje el de poder desprendernos, al menos por un tiempo, de muchas cosas que nos parecen prescindibles en nuestro día a día. Habitualmente tenemos casas enormes llenas de cosas que nos parecen muy necesarias y en realidad todo lo que uno necesita para vivir cabe en una mochila de 60 litros, y si nos ponemos estrictos hasta en una más pequeña.

Al largo de nuestro viaje nuestra mochila se ha ido vaciando de cosas que se han ido rompiendo, u otras que hemos regalado o perdido. Pero también se ha ido llenando de ropa de abrigo, algunos regalos y amuletos que hemos recibido durante el camino, y al final hasta de algunos detalles para nuestros seres queridos. Pero la mochila que más nos interesa es aquella que se ha ido llenando de saberes, emociones y experiencias que de algún modo nos acompañarán a pesar de que el viaje haya finalizado.

Desde nuestro regreso algunas personas nos han preguntado qué hemos aprendido, respuesta de la cual es más difícil todavía que decidirnos por el lugar que más nos ha gustado. Aprender no es algo que viene incluido con el billete, aprender es una actitud.

Por suerte nuestros intereses son amplios y además hemos seguido el consejo de un gran sabio que nos dijo antes de partir “disfrutad de la experiencia pero sobretodo no perdáis el tiempo”, pues para nosotros perder el tiempo es hacer cosas sin sentido, que no tengan un beneficio o un aprendizaje detrás. Y en realidad podemos decir que hemos vuelto siendo los mismos pero con la mochila más llena.

Sentimos que hemos ampliado nuestra perspectiva antropológica pues hemos podido convivir con muchas culturas distintas y quedarnos con lo mejor de ellas, que hemos crecido humanamente porque nos llevamos muy buena energía de personas que nos han cuidado con mucho amor, sentimos también que tenemos más recursos prácticos porque hemos tenido la suerte de conocer formas muy diversas de vivir y trabajar. Sentimos que hemos desarrollado otras inteligencias más creativas como el pensamiento abstracto o el arte, que hemos tenido la suerte de poder explotar. Sentimos que conocemos mas nuestro cuerpo porque a falta de médicos hemos aprendido a escucharnos. Obviamente también sentimos que tenemos una visión más global y subjetiva del mundo y seguro que nuestras notas en geografía ahora subirían notablemente. Hemos practicado inglés, aprendido algunas palabras en otros idiomas, contrastado las distintas formas de nombrar las cosas en una misma lengua pero en función de la zona, y hemos explotado el terreno de la escritura con una lengua que no es la nuestra materna. El blog también nos ha hecho meternos en el mundo de las tecnologías, invitándonos a inmortalizar las experiencias con relatos, fotos o montajes de vídeo. En economía también nos hemos sacado algunos cursos pues ha sido todo un reto vivir ceñidos a un presupuesto mínimo, hacer cálculos constantes de nuestros gastos y ahorros y calcular los cambios de moneda que variaban casi a cada país. Creemos que también hemos aprendido a vivir más sencillamente y que hoy somos menos consumistas, pues hemos sido capaces de desprendernos de cosas materiales, de renunciar a muchas otras que han ido apareciendo y de vivir haciendo lo que queríamos pero de una forma bastante humilde.

Además los distintos voluntariados nos han permitido absorber conocimientos específicos de áreas que desconocíamos completamente como la permacultura y todo lo que envuelve tal concepto desde la agricultura hasta la bioconstrucción. Por otro lado, también hemos fortalecido nuestra figura profesional pues cuando hemos realizado trabajos del ámbito social, hemos conocido otras formas de trabajar en contextos distintos al nuestro y nos hemos puesto a prueba cuando los que gestionábamos el proyecto éramos nosotros mismos.

Hemos aprendido de los demás y hemos aprendido de nosotros mismos, pues nos hemos superado en muchas cosas, pero también hemos cometido grandes errores. Hemos aprendido a escucharnos y a compenetrarnos como pareja todavía más, pues cada situación era una prueba de entendimiento. Y a pesar de haber desarrollado una gran capacidad de adaptación al cambio, quizás el mayor reto está en la vuelta a casa, aunque para nosotros el viaje sigue para construir un nuevo proyecto cerca de los nuestros y seguir buscando metas que conquistar, porque una vida sin ilusiones es como pasar todo un recreo esperando sólo a que suene la campana.





Nuestro próximo destino es un nuevo reto