domingo, 1 de abril de 2018

CAMINO REAL: pueblitos de Santander


Salimos bien contentos de Bucaramanga, pero queríamos conocer más acerca de este departamento tan montañoso acercándonos a los pequeños pueblecitos que rodean la Mesa de los Santos.

Tuvimos la suerte de recibir de buena mano algunas indicaciones de la zona para no perdernos ningún pedacito de esas tierras tan increíbles. Así que, decidimos que el campamento base se situase en el pueblo de Los Santos, donde nos desprendimos de nuestras mochilas, aquellas que traen toda nuestra casa por nueve meses y que a pesar de estar llena de "imprescindibles", siempre resulta pesada y molesta. De ese modo, cargamos con cuatro cosas las mochilas pequeñas y nos dispusimos a iniciar la ruta por el Cañón del Chicamocha. 

Los Santos
El pueblo de Los Santos queda en uno de los extremos del cañón, así que la primera fase sólo era seguir a nuestro guía de cuatro patas y descender zigzagueando por una pista de piedra mientras disfrutábamos de las preciosas vistas hasta llegar al primer pueblo: Jordán.



Jordán
Después de agarrar energía con un fresco y una empanada de arroz, huevo y carne, seguimos el camino de tabacaleras resiguiendo el río Chicamocha, pero para llegar al siguiente pueblo ésta vez tocaba subir hacia el otro lado del cañón. 



Y si bien es cierto que las vistas eran increíbles y que la dificultad del ascenso no era nada del otro mundo, también lo es que la subida se hizo realmente pesada y fatigosa. Un sol abrasador golpeaba en nuestra nuca de forma directa, e indirectamente también lo hacía en la cara al hacer rebotar sus rayos en aquel camino de piedras minerales que también tenían la jodida capacidad de retener el calor y expulsarlo como si por un camino de brasas estuviéramos andando. Nuestra mente sólo pensaba en el escaso litrito de agua caliente que nos quedaba y en encontrar una maldita sombra que nos diera un poco de tregua antes de llegar a la cima.










Y como en todo sacrificio, siempre llega la recompensa: llegar al mirador, quitarnos los pudientes zapatos y contemplar aquellas increíbles vistas mientras comíamos tumbados en unos sillones de tela bajo la sombra, que nos permitieron descansar un rato hasta emprender la nueva fase.



Después de una buena jarra de agua de panela bien fría que nos ofrecieron en una de las fincas de la zona, el siguiente tramo ya era casi un paseo hasta llegar a Villanueva, el pueblito que nos brindaría hospedaje para pasar la noche después de 20km de ruta soleada.

Villanueva
Al día siguiente el sol seguía marcando terreno pero el trayecto era mucho más agradecido. Los árboles cobijaban de sombra nuestras caras ya quemadas y el camino era de bajada, cruzando pequeñas fincas floreadas entre montes y pastos.

La llegada a Guane fue todo un éxito. No sólo por la magia de éste pequeño pueblecito, sino por el oasis que representó podernos bañar en una piscina mientras esperábamos la bajada del sol, después de todo ese calor acumulado!

Guane



Y a pesar de que el último tramo era de subida, ésta vez ya íbamos bien frescos para emprender el último reto y llegar hasta uno de los pueblos más apreciados de Santander: Barichara


Barichara
Un pueblo declarado Monumento Nacional y Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad quizás por su arquitectura colonial del siglo XVIII, quizás por su oferta gastronómica de platos típicos Santandereanos, quizás por la peculiaridad de comer hormigas culonas o por la tranquilidad y bonanza de sus habitantes.


Lo que es cierto, es que Barichara deslumbra por la homogeneidad en la decoración de sus calles de adoquines en el suelo y bogambílias en el aire, que brotan de las paredes asomándose a las aceras, para acompañar el paseo de sus invitados.


Todas las casas, hostales y tiendas tienen las paredes pintadas de blanco que hacen resaltar las ventanas y puertas de madera. Y al adentrarte en ellos, descubrías pequeños pero hermosos patios interiores adornados con plantas florales.


El mirador y la ermita en la parte superior del pueblo repartían las calles de bajada hasta el parque central y la iglesia. Y numerosas tiendas y restaurantes se encargaban de avivar la tranquilidad del pueblo.



Sin duda éste recorrido nos ha permitido explorar la zona de Santander, visitando sus pueblecitos caminando por el Camino Real, y disfrutando de las vistas Cañón de Chicamocha en sus mejores periféricas.


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