lunes, 23 de abril de 2018

BOYACÁ: fuente de recursos



Buscando nuestro nuevo destino y dejando atrás el departamento de Santander para seguir nuestro camino hacia el sur, aparecimos en una ciudad que no teníamos marcada, pero que nos sirvió de parada para situarnos.

Y es que cuando nos movemos de un sitio hacia otro bastante lejano, normalmente toca hacer parada en lugares intermedios a los que no irías directamente pero que "ya que estás" merece la pena conocer. Así ocurrió con Chiquinquirá, una bonita ciudad donde pasamos una noche y un día de paseo, conociendo la ciudad mientras pensábamos cuál sería exactamente el siguiente destino para instalarnos a lo "campamento base" y explorar la zona.


Chiquinquirá
Y la ganadora por consejo de los conductores de autobús fue Ráquira. ¿quién mejor para ayudarnos a decidir que la misma gente local? Así que para allí nos fuimos. Durante el camino seguíamos viendo las colinas verdes que se perdían en el horizonte a los dos lados de la carretera, un paisaje parecido al de Santander, pero esta vez con extensas praderas de ganado y significativos invernaderos más a lo lejos. No es de extrañar si tenemos en cuenta que Boyacá, éste nuevo departamento, es llamado "la despensa de Colombia" por la cantidad de carne de su ganado y de hortalizas de sus invernaderos, que se exporta hacia otras zonas del país. También puede recibir el sobrenombre de la "Suiza Colombiana" quizás por el verde de sus pastos y montañas, pero sobretodo por el bienestar de sus habitantes, pues como bien sabemos, donde hay tierra fértil, hay donde habitar y cultivar, y por lo tanto, coberturas mínimas cubiertas.



La llegada a Ráquira estuvo muy acorde con la recomendación que nos habían dado. Un pueblo bien vivo y vendedor de todas las artesanías de la zona como el fique o la lana, pero si por algo destaca Ráquira es por el trabajo de la arcilla que se lleva a cabo en los más de 400 talleres de sus alrededores.


Ráquira





Pero coincidir en un sitio bonito (y por tanto turístico) en semana santa siempre va acompañado de precios altos. Por suerte, después de recorrer todos los hospedajes del pueblo y esperar la llegada de los dueños para poder regatear un poco, al final apareció en nuestras manos una tarjeta de hospedaje a las afueras del pueblo, camino hacia la montaña. Al llegar allí no sólo conseguimos un sitio para dormir, sino que encontramos la calidez del hospedaje de doña Carmen, que se convirtió en nuestro hogar por esa semana. Y fue también el lugar donde se cocinó un ambiente muy familiar, compartiendo mucho con ella y su adorable nieta Juliana.




Cuando la lluvia nos dio tregua, aprovechamos para conocer los alrededores del pueblo. Caminar hasta el Patio de Brujas y escuchar la energía del lugar rodeados de montañas casi desnudas de rastro humano, visitar la tan esperada Villa de Leyva y conocer una casa totalmente hecha de arcilla horneada sin pilares algunos, o simplemente conocer el pueblito de Tinjacá y comer sus arepas de queso, su famosa morcilla y los envueltos!

Patio de Brujas


Villa de Leyva

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