viernes, 2 de marzo de 2018

TAGANGA: El desierto caribeño


Desde que partimos olvidamos el impacto que produce la sequía en la madre tierra y  enla vida de las personas. Acostumbrados a estar rodeados de húmedos paisajes, Taganga nos mostró una imagen distinta al verde intenso de los densos bosques y el azul claro de los ríos. Todo éste entramado cambió por la mezcla de colores cálidos que provocaban una sensación extraña. Entre agrado y desagrado al principio, nos adaptamos en aquel contexto caluroso, ventoso y excesivamente seco en el que pasamos alrededor de cuatro días acompañados de nuestros amigos catalanes.



Pero lo curioso de Taganga no solo era contemplar aquellos cerros cubiertos de hierba seca esperando a que les caiga alguna gota de agua y los cactus apurando las últimas reservas de su fuente de energía. Lo realmente sorprendente de aquel lugar era contemplar el agua clara del mar caribe golpeando aquella tierra tan seca. Jamás nos hubiésemos imaginado que entre aquellos cerros se podían esconder playas de agua tan cristalina como fría.



Hasta cuatro días nos quedamos en aquel pequeño pueblo pesquero en el que sus ciudadanos se levantaban alegremente día tras día con la música a todo volumen. Pero no sólo el paisaje de contrastes nos invitaba a quedarnos. También el confort de permitirnos dormir solos y bajo una ventana que repartía la agradable brisa que corría a todas horas, o el placer de mejorar nuestra dieta comiendo pescado recién salido del mar, pizza o carne roja a precios realmente agradecidos.






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