sábado, 14 de julio de 2018

HUARAZ: Parque Nacional Huascarán


El Parque Nacional Huascarán, considerado patrimonio mundial, es un paraíso natural expresado en largas travesías que pasan por preciosos valles y grandes montañas pintadas de blanco con mágicos lagos de distintas tonalidades. Esa maravilla que rodea a la gente Quechua, es la llamada Cordillera Blanca. Un conjunto de altas montañas con un blanco perenne en sus picos que siempre rozan o superan los 6000 y que te produce una sensación de inferioridad y respeto al observarlas desde abajo.

Durante siete días nos propusimos conocer el máximo de rincones posibles. De todos ellos, solo nos dejamos dos para recuperar fuerzas y aprovechar para conocer la ciudad de Huaraz, punto central de donde parten la mayoría de caminatas. Éramos conscientes que dentro de ese inmenso mapa de rutas llegaríamos a pisar una ínfima parte de su grandeza, aunque nos conformábamos en hacernos una idea y llegar a sentir ese placer de caminar y caminar hasta llegar a encontrar el tesoro que escondían estas grandes montañas.


El primer día fue un tanto frustrante, ya que no llegamos al objetivo; la laguna Rajucolta. El mal de altura, que se expresó en dolor de cabeza y estómago, junto con el hecho de que la "combi" nos dejó demasiado lejos del inicio de la ruta, nos obligó a retirarnos antes de llegar a la laguna. A pesar de ello, el trayecto hacia allí fue muy especial. Caminamos por las distintas comunidades de la zona mientras contemplábamos los valles que formaban las grandes montañas. De esa manera, en nuestra primera ruta, conocimos de cerca una pequeña parte de los habitantes de la cordillera y sus hábitos de vida.


La mayoría de las personas que vimos fueron mujeres, todas ellas con sus vestidos tradicionales de jerséis de punto y faldas abombadas* complementados con sombreros de copa alta, trabajaban  diariamente en los grandes campos de trigo, principal fuente de su alimentación. A medida que íbamos avanzando también pudimos compartir el trayecto con alguna de ellas mientras le dedicaban su tiempo al ganado, la otra fuente de subsistencia. Así pues, cabe dibujar el maravilloso cuadro que pudimos sentir a lo largo del camino mientras íbamos andando con aquellas bellas mujeres, los campos de trigo anaranjado y su especial sonido cuando las espigas chocan entre si, el silencioso ganado a nuestro alrededor y finalmente aquellos valles fantásticos de tamaño immesurable. En su conjunto, formaron una imagen espléndida que nos invitaba a continuar dibujando. Pero para ello, debíamos de aclimatarnos un poco más para poder llegar a descubrir otra laguna y los detalles que escondía a su alrededor.




La elegida fue la laguna Churup. Ubicada a 4.450 metros, debajo del pico Churup (5.495 m), nos mostró el reflejo de su alrededor gracias a sus aguas limpias y de un entramado de azules que iba cambiando desde la orilla hasta su centro. El recorrido fue muy distinto del anterior, ya que desde él pudimos contemplar a la hermana de la Cordillera Blanca, la llamada Cordillera Negra, tan solo a 50 quilómetros de distancia. Además, cambiamos la gente autóctona por los europeos y norte americanos, hecho que se produce cuando visitas una de las más famosas lagunas del lugar. Pero al llegar a verla, entendimos el porqué, así que no había duda que aquella maravilla era digna de contemplar. Lo pudimos hacer durante una hora, un tiempo insuficiente para captar cada pequeño detalle y sensación que aquel lugar nos podía brindar. Pero nos sentimos afortunados de haber podido estar en aquel paraíso y saber que aquel era el primero de los tres que nos esperaban por delante.




Uruscocha fue la siguiente. Un trayecto de cuatro horas de ida que nos permitió ver otra cara de la Cordillera. Desde el inicio pudimos ver por primera vez la cima más alta, la imponente Huascarán Sur (6,768 m) y sus vecinos Hualcán (6,122 m) y Copa (6,188 m). Más adelante, después de superar varios cerros, se nos apareció reflejado en un pequeño lago el bello tridente de picos Vallunareju (5,686 m), Janyaraju y Oeshapalca (5,888 m). Lo especial de esta ruta fue que cada pocos metros podíamos ir saboreando solitariamente un rico sorbete de natura a base de grandes montañas y valles que nos acompañaba dulcemente a nuestra meta. Así pues, después de perder de vista estas imágenes nos adentramos en la falda boscosa de Urus (5,495 m). A su final encontramos la laguna Yanacocha y un poco más adelante, la tan esperada laguna Uruscocha. Dos grandes y aisladas lagunas de un azul turquesa que reflejaban a sus madres protectoras mientras te enseñaban a su bonita flora.

Sin duda, estar allí solos, contemplando esta maravilla mientras nos comíamos nuestros bocadillos de "palta" (aguacate), escuchando el sonido de los pájaros y el silencio intermitente de la montaña fue un regalo de aquellos que perduraran en nuestra memoria.























































































Finalmente, nos aventuramos a conocer la última marcada, la laguna 69. Dejando un día de descanso después de las últimas 7 horas de travesía, emprendimos con ganas y grandes expectativas esta última ruta. Para ello, tuvimos que hacer noche en Yungay, un pequeño pueblo que nos acercaba un poco más al camino.

A las 7 de la mañana partimos rumbo a la falda del Chacraraju (6,108 m). Un camino emmarcado por el Yanapacca, el Chopicalqui y el gran Huascarán, que continuamente te iban recordando quien mandaba allí. En medio de esta caldera de montañas nos encontrábamos nosotros, contemplándolas a medida que avanzábamos rodeados de bonitos prados, rios, cascadas y pequeñas lagunas. El camino no fue duro, excepto el último tramo hasta los 4,604 metros, donde se encontraba la laguna 69. A diferencia del resto, dicha laguna se encontraba rodeada de piedra gris y sin apenas vegetación. Un contexto aparentemente triste pero que hacía resaltar aún más el turquesa del agua y el blanco de la cima que había detrás de ella. De aquí la peculiaridad de dicha laguna, la posibilidad de extraer de aquel lugar el reflejo entre dos caras opuestas; la vitalidad y la depresión, la vida y la muerte, lo gris y lo colorido, lo seco y lo húmedo.





















Después de empaparnos al máximo de sus sensaciones y sentirnos satisfechos, decidimos emprender las tres horas de vuelta. Un camino en el que valoramos con nostalgia y ternura lo vivido durante esta semana intensa de caminatas y bellas lagunas. Recordamos esas maravillas que la madre tierra nos brinda, esos espejos de agua de los que no ves su origen, solo escuchas el misterioso sonido de su fuente que te invita a preguntarte de dónde vendrá, las grandes montañas con una fuerza tremenda que te cala bajo la piel y los inmensos valles que forman esas maestras de la natura.

Y nosotros allí...caminando y caminando, paso a paso oliendo, saboreando y observando la ricura de nuestra tierra...su mejor receta...que más podíamos pedir...



1 comentario:

  1. es grato leerlos y que emoción que pudieron conocer este maravilloso lugar,buenas fotos.
    saludos

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