lunes, 2 de julio de 2018

PIURA: La entrada a Perú



Habitualmente nuestras paradas en el viaje son muy inciertas, pero en Piura, nuestra primera ciudad peruana, hicimos una de las pocas que teníamos en mente ya desde algunos meses antes de salir.

Cuando tomamos la decisión del viaje mucha de nuestra gente cercana se nos presentó con listas de contactos que podrían recibirnos o con la típica consigna del "por si acaso o por si necesitáis algo" (que siempre es de agradecer). De hecho, muchas veces, el trazo de nuestra ruta ha ido marcada precisamente por estos contactos que rápidamente también se han convertido en personas muy cercanas.

A ésta lista también se le sumaban propuestas de proyectos y voluntariados, y a pesar de que en general hemos querido centrar nuestras estadías de intercambio en aprender cosas sobre temas que desconocíamos completamente como la agricultura, ganadería, bio-construcción, y hasta a hacer marranitos de arcilla, también queríamos conocer de que forma se construye la realidad socioeducativa en otros países en cuanto a los centros residenciales como en los que trabajábamos en Catalunya, Ovidi con gente mayor y Marta con Jóvenes.

Educación Social: infancia y adolescencia

Por ese motivo fuimos a caer al Hogar S.R. de Piura. Un lugar gestionado por las hermanas Franciscanas para dar acogida a niños (hasta 5 años) y niñas (hasta 18). El hogar atiende a est@s menores de edad bien por sentencia judicial o bien por brindar una oportunidad a chicas que quieren estudiar, pero que viven en zonas rurales muy alejadas y de recursos económicos realmente básicos.

La propuesta era muy tentadora, sabiendo que de bien seguro aprenderíamos mucho acerca de las distintas formas de trabajar con un colectivo potencialmente parecido, aunque dentro de un contexto absolutamente distinto. Y acudimos allí verdaderamente con mucha humildad, ofreciendo nuestro tiempo para colaborar en todo aquello en que la misma institución creyera necesario, y tratando de evitar la comparativa constante y la tentativa de anteponer nuestro sistema por delante.

Además, había otro elemento importante que tener en cuenta y que era el "ABC" del "que hacer" en aquel lugar: la religión. También sería un interesante reto para nosotros estar viviendo en lo que podría llamarse lo mas cercano a la "casa de Dios". A pesar de nuestras diferencias ideológicas, teníamos claro que el Respeto era lo primero, y que deberíamos hacer un esfuerzo para que nuestro ateísmo no les pareciera un rechazo, así que trataríamos de pasar lo más desapercibidos en los momentos de oraciones.

Después de conocer a las chicas y a los distintos profesionales del hogar y de la escuela, empezamos a ver distintas brechas por donde podría ser interesante actuar. Una vez más, queríamos que nuestra aportación allí no se fuera con nosotros, sino que la idea era trabajar con la base que ya había en el hogar, para asegurar que nuestro impulso tuviera una continuidad y por tanto un sentido. Por ese motivo Planteamos nuestra intervención a distintos niveles:

Por un lado queríamos empoderar a la figura de la bibliotecaria que disponía de tiempo y muy buen material, para dar soporte a las chicas en refuerzo escolar, tal y cómo ya hacía, pero de una forma un poco más estructurada. De este modo, creamos (conjuntamente) el grupo de la mañana con aquellas chicas que manifiestan necesidades especiales y que no acuden a la escuela ordinaria, dedicando las mañanas a tareas del hogar. El grupo de mediodía para los mas pequeños del hogar (2-5 años) que salen a las 12h y deben esperar a las 14h a que salgan las grandes, y finalmente el grupo de la tarde para las niñas de 10 a 13 años.


También las psicólogas nos pidieron una mano en cuanto a iniciativas o ideas para talleres y dinámicas que pudieran realizar con las chicas para trabajar temas específicos, y fue un gusto poderles compartir nuestra pequeña "carpetita de recursos". De hecho, fue una escusa genial para dejar lo que estábamos haciendo, salir de forma improvisada al patio y ponernos a jugar todas juntas.


Por otro lado veíamos los horarios de las chicas bien saturados de tareas y oficios pero poco espacio para el ocio. Y después de saber su gran devoción para el volley decidimos crear un campeonato para que se desarrollara durante los fines de semana. La idea era dejarles los equipos hechos y la estructura marcada para que ellas mismas pudieran autogestionarse sabiendo quién jugaría, quién arbitraría y cómo apuntar los puntos. Así les quedaban tres meses de partidos de volley por delante y luego podían convertirse en tres más de fútbol, tres más de baloncesto...


También nos ayudó a salir un poco de la rutina el hecho de que Perú pudiera participar en el mundial de fútbol después de 36 años. Las chicas estaban realmente motivadas así que decidimos montar el partido a lo grande para verlo juntas, también con las alumnas y profesores de la escuela. Los resultados no fueron los esperados pero el entusiasmo siguió alto en todo momento.



Y todo eso estaba muy bien, cubriendo un poco la parte formativa, de ocio y una ayudita en los talleres. Era obvio que en dos semanas no podíamos desarrollar ningún proyecto con grandes objetivos, ni tratar de cambiar una estructura enorme a nuestro modo (ni era la idea), pero tampoco podíamos quedarnos de brazos cruzados viendo cosas que, aún tratando de aceptar esos "otros modos", se escapaban de nuestro entender.

Lo cierto es que preferimos no entrar en detalles, al fin y al cabo se trata de narrar nuestras experiencias y no de criticar las casas de otros, pero simplemente queremos decir que sentimos realmente admiración al ver como de autónomas podían llegar a ser esas chicas adolescentes sin apenas un seguimiento educativo. Cómo el ser humano es capaz de desarrollar estrategias de superación constantes y asumir nuevos retos para superarlos de nuevo. Y tal vez en parte, esa resiliencia es posible, porque no se plantean dónde está su límite y simplemente siguen adelante. A veces las cosas se hacen posibles porque uno no sabe que son imposibles.

Pero a pesar de su madurez y su optimismo para afrontar los retos, no dejan de ser chicas que necesitan un referente adulto, un modelo positivo al que seguir y al que preguntar y apoyarse para descansar. Por ese motivo decidimos pasar cada día por una "familia" distinta a hacer las comidas, de ese modo podríamos conocerlas mejor y acompañarlas un poco en la gestión de las comidas, el orden de la casa, la ropa, el aseo y en el momento de acostarse, sobretodo echándoles una mano con los mas pequeños. Y no nos engañemos, también para divertirnos!



Por último y ya viendo cerca nuestra marcha, vimos que el hogar tenía una infraestructura excelente, que las chicas eran muy autónomas y responsables (solo necesitaban un poco de acompañamiento), y que además se contaba con un importante grupo de profesionales pero que no estaba demasiado cohesionado ni definido. Había carencias evidentes, y las chicas tenían muchas demandas que exponer pero que quedaban como papel mojado antes de ser leído.

Nuestra última aportación en el allí debía conectar todas éstas preguntas y respuestas, así que vimos clara la necesidad de Comunicación entre los distintos agentes del hogar. Propusimos una reunión entre auxiliares (niñas representantes de cada familia) y hermanas. Después de dos intensas horas de mediación, terminamos con algunos acuerdos importantes por ambas partes y se vio clara la necesidad de comunicarse más a menudo, de modo que se estipularon reuniones quincenales para poder abordar los distintos temas de interés. Las chicas salieron contentas de haber expresado por primera vez lo que pensaban y las hermanas parecían haber tomado consciencia y con intenciones de cambio.

Debemos confesar que en el inicio de nuestra estancia en el hogar llegamos a dudar de que nuestra figura (como educadores) fuera realmente necesaria profesionalmente al ver que cincuenta menores de edad funcionaban de una forma tan autogestionada. Pero no nos engañemos, la parte asistencial no es suficiente si nos olvidamos de lo más importante: acompañar en los procesos educativos. Porque al final sólo se trata de dejar caminar, pero para ello alguien debe alumbrar el camino.

Nos fuimos del Hogar bastante satisfechos pero a la espera de conocer el impacto de esa reunión después de nuestra partida. Fueron dos semanas de aprendizaje en todos los sentidos y sobretodo de muchos momentos llenos de emotividad con las chicas y también con Romina y Dánica, dos pilares muy importantes en el Hogar.


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Educación Social: tercera edad

Por otro lado, teníamos la oportunidad de conocer la realidad de uno de los colectivos que en nuestro país se enmarca dentro de la mayoría, la gente mayor. Por simples prejuicios, antes de dirigirnos al hogar, nos imaginábamos encontrar un lugar donde la tristeza y la dejadez predominase. Pero no fue así, al contrario, acabamos adquiriendo un claro ejemplo de cómo hacer bien las cosas, de cómo tratar a las personas mayores. Como personas con dignidad, respeto e ilusión por vivir.


A veces pensamos que nuestro sistema es el mejor, que nuestras infraestructuras no pueden compararse con las de otros países, pero...de que sirve tener todo este conjunto si al final lo que más importa es como se trate a la persona. Y no criticamos la manera en como l@s gerocultoras/es tratan a l@s abuel@s, sino más bien la perspectiva social y del sistema que les impone una manera de actuar.

Tuvimos la suerte de conocer a la hermana (Yirma) que dirigía el hogar, y mejor aún, tuvimos la suerte de que disponía de una larga trayectoria en hogares similares en Barcelona. Por lo tanto, pudimos adentrarnos en la comparativa de los distintos sistemas. Al poco rato de acompañarla a lo largo de los pabellones pudimos observar un ambiente tranquilo, limpio, luminoso, sin ruido, rodeado de verde. En resumen, un contexto idóneo para dar vida a los años. La hermana nos ofreció la posibilidad de ayudarles a la hora de repartir las comidas, y aceptamos sin dudarlo. Así, tuvimos la posibilidad de conocer de primera mano como vivían en aquel lugar, un espacio que para muchos de nuestr@s abuel@s es un puro infierno.


Nos fue grato escuchar los mensajes positivos alrededor de su vida allí. Se sentían bien cuidados, a gusto en el lugar donde pasarían sus últimos días, conformes con aquella vida tranquila en la que aun perduraban las ilusiones, algo imprescindible para la vida.



Con pocos recursos, ya que el gobierno no ayuda en nada, el hogar era capaz de organizarse para realizar una tarea asistencial de calidad. Y uno de los trucos para ello era gratuito, algo que en nuestro sistema no se considera de máxima importancia y es un pilar fundamental a la hora de respetar la integridad de la persona. Estamos hablando del tiempo, aquel factor que en nuestro dichoso sistema condiciona el cómo tratamos a las personas. Exigimos a l@s cuidadores/as, un tiempo muy escaso para asear y dar de comer a las personas mayores, algo que les estresa y les hace sentir como objetos. Al contrario de lo que ocurre en el hogar, allí se adaptan a las capacidades de la persona, si la persona necesita más tiempo se le otorga, se respeta, dentro de los límites claro está. Y podemos pensar que eso lo consiguen porque tienen mucho personal, pero no es el caso, ya que son 9 hermanas y 7 jóvenes para 80 abuel@s. Todas ellas sin sueldo, viviendo de la solidaridad de la gente, realizando absolutamente todas la tareas de limpieza, dan un amor incondicional a esta gente.

Pero el tiempo no era el único factor de calidad que nos diferenciaba, sino que la medicalización también lo era. Nos sentimos orgullosos del sistema sanitario relacionado con los medicamentos. Disponemos de ellos cuando queremos y de un gran abanico. Y en el mundo de la geriatría, los medicamentos son los protagonistas. En nuestras residencias les damos mil y un remedios artificiales para tratar síntomas de la edad con el objetivo de alargar la vida hasta llegar a lo anti natural. Quizás la persona ya quisiera irse, abandonar en paz nuestro mundo, pero nuestro tabú sobre la muerte nos hace sentir obligados a forzar la lucha de su cuerpo contra la muerte. Este hecho genera un dolor y una agonía inmensa en la persona. Pero nosotros incluso viéndolo, continuamos alargando el sufrimiento. Y esto se siente y se percibe en nuestros hogares.

Por "suerte", en el hogar de Piura no disponen de esta pluralidad de medicamentos, hecho que se expresa en utilizar más remedios naturales y aceptar la rendición del cuerpo de la persona sobre la muerte a más temprana edad. Por este motivo, en este lugar no vimos un gran numero de personas con una edad avanzada, pero tampoco vimos este gran numero de personas que nos acecha con una situación de deterioro cognitivo elevado, con cuerpos muy castigados y sobretodo, personas con ganas de morirse.

La experiencia en el asilo nos ha servido para conocer otra manera de enfocar la vejez en un hogar. Nostros dispondremos de más remedios para sanar el cuerpo, pero no existe ninguno para sanar las emociones. La única cura para tratarlas esta en el respeto integro de la persona que vive sus últimos días. Y respectar los tiempos es un factor de suma importancia que se traduce en emociones sanas, de la misma manera que respetar la voluntad de la persona que no quiere tomarse los medicamentos y prefiere, como decía la hermana, tomarse una tila o una infusión de hierbas. Y es que el factor placebo, a veces, es mucho mas potente que cualquier remedio artificial.

Nos fuimos con buenas sensaciones, con la idea de que con pocos recursos se puede ofrecer una buena vida a la gente mayor. No hace falta tanto, solo un buen enfoque que se traduce en saber escuchar, adaptarte a ellos, conceder algún capricho, ofrecer un contexto luminoso y verde, dar comida con sabor, respetar sus tiempos y las pocas decisiones que pueden tomar, hacer que se diviertan, amarles, darles afectividad. No sirve de nada tener una estructura de actividades de estimulación e integración social excelente si no se tienen en cuenta estos factores paralelos que están directamente vinculados con la vivencia positiva de la persona dentro del hogar. Para la educación social esto no tiene sentido.

Por suerte, en lugares donde el Estado no invierte nada para la gente mayor, la iglesia y la solidaridad de la gente sustituyen la falta de moralidad política. Debemos de valorar la gran voluntad de estas personas que han decidido ayudar a este colectivo que para muchos es una carga, un sin sentido invertir. 

Tanto en Perú, como en Europa, como en cualquier parte del mundo, debemos ser conscientes que con un poco de suerte, todos llegaremos a esta ultima etapa de la vida en la que pondremos punto y final a nuestra historia de vida. Lo más probable es que en esta transición final dependamos de aquellos que en un pasado cuidamos, nuestros hijos por ejemplo o un/a cuidador/a que en su día fue criada/o por un adulto. Así pues, debemos considerar un deber moral como sociedad dar a nuestr@s mayores, por pesado y duro que sea a veces, ese agradecimiento a modo de trato y respeto. Todos, al final, pasaremos por esta etapa. Y de nosotros depende como la queremos definir. Empezamos a tratar con dignidad hoy a nuestr@s abuel@s para que mañana nos traten como tal a nosotros. Empecemos a contemplar esta etapa como una más, incluso dándole más importancia por el mero hecho de que es la ultima, démosle a esta etapa los plenos derechos para poder llegar a brindar un adiós digno.



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