lunes, 11 de septiembre de 2017

GUATEMALA: Primavera del Ixcán


Nos adentramos en un paréntesis dentro de la dinámica de nuestro viaje. Después de más de dos meses de viaje continuo y rodando de un lado para otro, era el momento de asentarnos y vivir de otra manera. Para ello, debíamos soltar las mochilas por un tiempo y dejarnos fluir en éste proceso de adaptación e integración en el nuevo lugar, que a pesar de que nos apetecía mucho, también nos creaba nervios e incertidumbre. Éramos conscientes de que nos esperaba una aventura bien intensa y cargada de aprendizajes. 

Para Marta era algo realmente mágico el hecho de regresar a Primavera, un lugar realmente especial y que había significado mucho para ella. Además el poder reencontrarse de nuevo con las bondadosas personas que habitan éste lugar, aún hacía aflorar más las emociones que a su vez se mezclaban con la intriga de resolver si habrían cambiado mucho las cosas en la comunidad después de siete años. Para Ovidi, el entusiasmo se expresaba en las ganas de conocer éste nuevo paraje del que tanto había escuchado hablar y dónde íbamos a realizar el proyecto en el que ya habíamos dedicado mucho esfuerzo e ilusión.

Así que después de un largo trayecto desde los lagos de Montebello y viendo pasar por la ventana las últimas imágenes de México, finalmente llega el momento esperado con nuestra entrada a Primavera del Ixcán, que como su nombre indica es una comunidad bien adentrada en la selva del Ixcán. Y pudimos ver claramente la densidad de su naturaleza verde y salvaje en el último tramo de viaje, pues fue una hora y media por un camino de piedras desde la ciudad mas cercana de la zona, montados en una Pick-up y esquivando la vegetación abundante que invade el camino y que fácilmente puede lastimar tu rostro si no prestas suficiente atención. 

Antes de dejar nuestras mochilas en la casa de capacitación (nuestro lugar de hospedaje), ya nos regalaron las primeras palabras de bienvenida por parte de las personas que nos íbamos encontrando por el camino, hecho que nos hacía sentir cómodos, bien recibidos y con ganas de conocer más y más. Después nuestro primer objetivo era encontrar a Juan, un muy buen amigo que teníamos en la comunidad y que nos estaba esperando con mucha ilusión. Nos presentamos por sorpresa en el aula dónde estaba impartiendo clase, y entre sonrisas y abrazos, nos despedimos hasta la hora de cenar para poder hablar ya con más tranquilidad.

Fuimos invitados a una cena muy especial con todos aquellos alimentos que sabían que eran de nuestro agrado para hacernos sentir de lo más confortables: frijoles, aguacate, arroz, pollo asado y las más preciadas y típicas tortillas de maíz, calentitas y apiladas una encima de la otra y cubiertas con un mantelito para que no perdieran temperatura. Rodeando el gran banquete estaba toda la familia reunida casi al completo con la que podíamos compartir un momento realmente cálido, acompañados de las velas que vencían la precoz oscuridad de la noche y escuchando el relajante sonido de la lluvia exterior.

Para nosotros era todo un regalo el hecho de poder estar allí sentados como unos más de la familia, comer juntos y platicar sobre la historia de la comunidad y sus tradiciones, pero sobretodo escuchar la vivencia de ésta familia durante los duros y todavía recientes tiempos de guerra que vivieron miles y miles de personas perseguidas por las tropas del ejército guatemalteco con la intención de exterminar las zonas indígenas y apropiarse de sus tierras.

Después de comer aquella rica cena de comida típica y conocimiento vivencial, aprovechamos la pausa de la tormenta para agarrar nuestras linternas e ir hacia nuestra casa para descansar de aquel intenso día.  







No hay comentarios:

Publicar un comentario