lunes, 8 de enero de 2018

COSTA RICA: Navidades en familia

Por lo general las navidades siempre son esperadas con mucha ilusión, pero no todos las vivimos de la misma forma. En algunas casas los niños hacen la cuenta atrás comiendo las chocolatinas del calendario y decorando la casa de adornos navideños: un árbol cargado de bolas, cintas brillantes, luces que parpadean a diferentes ritmos, ángeles, campanas y muñecos de nieve. calcetines rojos con pelusa blanca rellenos de caramelos colgados en algún rincón, también sombreros de Santa Claus o quizás en el suelo un "tió" rodeado de pelas de mandarina. postales de varios años atrás y hasta dibujos de esos bastoncillos de rallas blancas y rojas que supuestamente son caramelos pero que nadie nunca ha probado. Entre los adornos no puede faltar un gran belén. Es curioso ver a niños de familias ateas montando el nacimiento como quien monta un lego, pero sin saber de que va el juego. En realidad es normal cuando algo religioso pasa a ser una tradición cultural. Colocan la "molsa" arrancada del bosque y el papel de plata en el medio para simular el agua del río, y en un rincón nuestro querido "caganer". Porque los catalanes no se por que todo lo cagamos.

Mientras los niños juegan a ser felices cantando villancicos y revisando los catálogos de regalos como les dicen en la tele, los mayores pasan días comprando, limpiando y cocinando para que nada falle en esos días tan especiales. No solo se llenará la casa de la familia mas cercana, sino que también podran coincidir con esos tíos lejanos que sólo ven ese día, y así pasar el parte del año atrás.

Si existiera el manual de las navidades perfectas, diría que hay que pasarlas en familia, todos bien avenidos y abrir juntos miles de regalos después de comer hasta reventar en una gran casa bien adornada, y a poder ser con chimenea. Pero no todo el mundo tiene chimenea, ni comida sobrante, hay quien no tiene techo, ni comida, ni familia con quien compartirla. De los regalos no hace falta ni hablar. Para estos, las navidades son las dichosas semanas que recuerdan lo que unos tienen y ellos no.  una verdadera tortura donde los más visibles se vuelven totalmente invisibles. Donde la soledad se intensifica tanto como el frío, que hasta puede acabar con sus vidas.

Luego hay un tercer sector, probablemente la mayoría, que simplemente trata de hacer un esfuerzo (sobretodo económico) para pasarlas lo mejor posible, adaptandose resignados a La mayor invención del capitalismo para convertir el consumo desmedido en euna norma social de la que no se puede escapar sin fomentar la inevitable comparación entre niños. Un chantaje emocional constante para los padres motivado por la confusión entre la magia y la inocencia de sus hijos, y el consumismo y la dependencia del sistema al que están atados, y que a su vez, trascenderá a los respectivos hijos. Pero obviamente nadie se atreve a romper esa cadena y poner en peligro la infancia de sus hijos ni su reputación como padres.

A pesar de las distintas formas de vivirla, Lo que es común es que la navidad a nadie le deja indiferente. Son unos días señalados que inevitablemente agitan a todos aquellos que pertenecemos a la cultura occidental. Antes de partir, para nosotros era toda una incógnita saber como iban a ser las navidades lejos de casa. ¿En qué país estaríamos? ¿Las pasaríamos solos, con alguna familia que nos recibiera, o rodeados de viajeros en la misma situación? ¿Como serían unas navidades al otro lado del mundo? Sabíamos que serían diferentes y de hecho no nos importaba demasiado pasarlas solos si era el precio que teníamos que pagar para vivir esta experiencia.

Pero el espíritu navideño se apoderó de nosotros al saber que recibiríamos la visita de la familia en esas fechas. Queríamos hacer algo especial para sorprenderles pero si ya es complicado preparar las fiestas en casa, todavía mas organizarlo en terreno desconocido. Por suerte Victoria nos recibió en su casa y nos ayudó a preparar un buen recibimiento, mezclando elementos de las dos culturas para hacerlo de lo mas especial.

Después de seis meses sin tocarnos, besarnos ni abrazarnos, las dos horas de espera fuera del aeropuerto se hicieron realmente pesadas y fatigosas. Pero el momento del reencuentro fue especialmente mágico. No tanto por el primer abrazo colectivo entre maletas, gente y prisas, sino por el saber que nos esperaban catorce días juntos viajando por uno de los países con mayor biodiversidad del Planeta.





Una noche buena de charlas pendientes alrededor de una mesa completa combinando los típicos tamales navideños de Costa Rica, tortillas de frijol y el rompope casero hecho por Victoria, junto con jamón ibérico, queso curado, tortilla de patatas, pan con tomate, turrones y polvorones traídos desde nuestra tierra.






Un día de navidad explorando la flora y fauna del país en el parque natural "La Paz", recorriendo senderos de espectaculares cascadas y terminando el día cagando el 'tió' y bebiendo nuestro querido licor de arroz del Delta.

Y después de esto, todavía nos esperaban otros doce días por delante para explorar el país de la mejor manera: Juntos. ¿Podían presentarse unas mejores navidades?



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