martes, 13 de febrero de 2018

PANAMÁ CITY: Ciudad de contrastes


Después de 7 horas de autobús llegamos a la capital del país, uno de aquellos lugares que normalmente pasaríamos de largo, pues habitualmente las ciudades, y sobretodo las capitales, cambian la naturaleza por cemento, la contaminación, el ruido y el caos se multiplican igual que los focos de delincuencia y ambientes hostiles. Motivos suficientes para evitarlas, pero en ésta ocasión queríamos parar y conocer esta ciudad tan distintiva.

A medida que íbamos adentrándonos en el corazón de la ciudad, nuestra mirada no podía dejar de observar la grandiosidad de aquellos edificios de entre cincuenta y sesenta plantas, con grandes cristaleras y formas sorprendentes. Nunca habíamos visto algo parecido, ya no solo por la magnitud de las construcciones, sino por la concentración de los edificios en una misma zona y la cantidad de nuevos rascacielos todavía en proyecto de ser terminados. Tenemos que reconocer que a pesar de nuestro rechazo por el impacto del hombre en la tierra y de la obsesión capitalista y especuladora de crecimiento constante de las grandes ciudades, nos sentíamos muy sorprendidos y alucinados por tales obras arquitectónicas, como dos ratoncitos en un laberinto de paredes verticales infinitas.

Y nuestro asombro se multiplicó al ver que la gran mayoría de edificios no eran viviendas ni hoteles, sino bancos de todos los tipos y de todas  las partes del mundo: Towerbank, Balboa bank, Bct bank, St georges bank, Banco pichincha, Capital bank, Bac credomatic, Banistmo, Banisi, Banco aliado, Global bank, Credicorp bank, Banesco, Banca privada d'Andorra, y un largo etcétera que explicaba de donde salía la fama del blanqueo y corrupción del país. Andar por aquel lugar transmitía una sensación extraña, como si supieses que ocurren cosas que escapan de nuestro alcance y que tal vez es mejor no saber. Nos encontrábamos en un mundo paralelo, un mundo en el que tu no eres nadie, solo una posible víctima del juego que grandes élites tienen para ti, en el que estás metido sin ni siquiera saberlo.

Después de un buen rato recorriendo la zona, sentimos la necesidad de salir de aquel lugar rodeado de grandes monstruos económicos que anteponen sus intereses por delante de la ética y la moral como sociedad y dirigirnos hacia lo que se conoce como el paseo marítimo. Sin duda, la burbuja de oxígeno de aquel tóxico lugar que nos permitió relajarnos y disfrutar de un agradable paseo hasta el casco antiguo de la ciudad.


Allí, tuvimos la oportunidad de conocer la otra cara de la moneda a través de la Asociación de Moradores de San Felipe, una agrupación de personas que defienden sus derechos y que expresan las injusticias que sienten por parte de los políticos que gobiernan su ciudad. Hasta 28 familias son las que están viviendo en una escuela abandonada y resistiendo el desplazamiento forzado por parte del gobierno para construir un casco moderno dedicado al turismo. Una vez más, contemplamos cómo el interés de las fuerzas políticas junto a las económicas son capaces de movernos como títeres en función de sus intereses.



Al día siguiente nos propusimos conocer nuestro gran interés en la ciudad: el reconocido "Canal de Panamá". Una de las mayores obras que el ser humano ha hecho nunca, alcanzando así, un gran reto que ha costado años de trabajo y en el que se han visto involucradas miles de personas, desde los primeros esclavos hasta los más reconocidos ingenieros y arquitectos de la actualidad. Queríamos saber de ésta mega construcción que va en contra de las leyes de la naturaleza, conocer su historia y su funcionamiento...pero como a menudo ocurre, detrás de algo así existe un montaje para sacar dinero permanente de aquel interesado que quiera simplemente adquirir conocimiento y cultura. Una vez más, nos reafirmamos de cómo se excluye y discrimina a una parte de los que viajamos de forma humilde si no entramos en ese juego de agachar la cabeza y pagar las bestialidades que nos piden únicamente por venir de otro país. 

Continuamente vivimos el conocimiento como un bien que debe comprarse y por ello nos vemos obligados a ingeniar maneras de adquirirlo sin tener que pagar cantidades de dinero que no están a nuestro alcance. En ésta ocasión fueron los mismos panameños que quisieron pararnos en la carretera para acercarnos de vuelta a la ciudad, y quienes nos explicaron un poco acerca de lo que rodea el Canal de Panamá. Tuvimos la fortuna de que eran trabajadores de la misma construcción, así que nos pudieron contar a grandes rasgos su funcionamiento y todo el dinero que el país adquiere de cada barco que pasa por allí. Pero ¿A dónde irán éstos miles de dólares? ¿Cuáles son los tratos que hay por detrás? ¿Cómo se reparten entre los ciudadanos?

La respuesta era difícil responderla, aunque sí que teníamos claro que no se repartía de manera equitativa. Prueba de ello se expresaba en el barrio más pobre de la ciudad por el que pasamos, en el que se podía contemplar una vez más las desigualdades abismales que existen en ésta ciudad. Un lugar de contrastes creados por el capitalismo en el que puedes contemplar claramente la riqueza en grandes edificios, bancos y boutiques de lujo y por el otro lado los desplazados para dar lugar a esa riqueza y crear modernos barrios para turismo de élite.





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