miércoles, 7 de febrero de 2018

WELCOME TO PANAMÁ: Bocas del Toro


Casi a modo de impulso repentino, decidimos marcharnos de la ciudad tica de Manzanillo para conocer nuestro siguiente país: ¡Panamá! Y Si bien nuestra primera idea era realizar un workaway que ya estaba apalabrado, algunos cambios de última hora hicieron que se abordara el plan. Por ello y sin saber muy bien cómo, nos encontramos casi en un abrir y cerrar de ojos en una isla desconocida de un país distinto, todavía por descubrir.


Bocas del Toro es quizás lo más popularmente conocido en Panamá después de su canal, y allí nos encontrábamos, en su isla principal llamada con el mismo nombre de Bocas y particularmente, en la ciudad de Colón: La cuna de los surferos, el reggae y para que nos vamos a engañar... ¡también la marihuana!  

Rodeados de aguas turquesas y transparentes, y un buen número de islas caribeñas para escoger y disfrutar, algo hizo que nuestros objetivos en el lugar se demoraran...resultó que al mismo tiempo que llegamos nosotros en la isla, también lo hizo una oleada de frío y lluvia provinente de EEUU, dispuesta a instalarse en el lugar para un buen tiempo, aunque esto todavía no lo sabíamos...

El ritual diario era mirar el cielo y poner encima de la mesa las posibilidades para explotar, y resolver los dilemas sobre qué, cuando y cómo hacer en un sitio tan hermoso con un tiempo tan horrible. Y lo que en un principio era un tanto frustrante, después se convirtió en la escusa perfecta para relajarse con el sonido de la lluvia mientras covijados aprovechábamos para leer, pintar, jugar a cartas, descansar, sociabilizarnos con la gente del lugar y hacer buenas cocinitas.

Pero a pesar de estar una semana bajo esas nuves grisáceas y espesas que soltavan chubascos a cada rato, no perdimos la oportunidad de aprovechar cada rayito de sol que asomaba discretamente, para explorar todo lo que pudieramos antes de abandonar la zona.

Descubrir la playa surfera de Bluff en una excursión a pié boreando la costa. comer en un mirador cobijados de la lluvia, frente al mar, analizando la pesca de los pelícanos. Y terminar tomando una balboa (la cerveza nacional) en la orilla mientras observábamos a los surferos más atrevidos peleando con las olas más bravas. 


Conocer la otra punta de la isla en un viaje de 18km ida y otros 18 de vuelta, en una bicicleta sin marchas frente a un camino de subidas y bajadas y con intérvalos de lluvia. Pero el esfuerzo fué bien merecido para cruzar por la parte interior y explorar las pequeñas aldeas rurales de Bocas escondidas entre la vegetación más salvaje, bambús tan grandes y frondosos que creaban túneles naturales al crecer en un lado de la carretera y descolgarse en el otro lado. Terminando la ruta pudimos ver playa del Drago y descansar en playa estrella, nombrada así por la cantidad de estrellas que se pueden ver gracias a la claridad de sus aguas. 






Por último fué una lancha la que nos acercó a la isla vecina de Carenero. Pudimos pasar un día tranquilo en un lugar todavía más salvaje, y con bellas playas de palmeras, aunque demasiado frecuentado por tours que vomitaban decenas de turistas chillones a cada rato.


Y la prueba de que siempre se pueden hacer cosas a pesar del mal tiempo estaba confirmada, pero no por ello íbamos a quedarnos más tiempo esperando el sol sin ninguna previsión de su salida, de modo que la lejana y paradisíaca isla de Zapatilla quedó en nuestra listita de lugares pendientes.

Así que nos despedimos de lo que ya empezaba a ser nuestra pequeňa família de hostal y pusimos rumbo hacia nuestra nueva parada de interior: ¡Boquete!



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