martes, 21 de agosto de 2018

AVENTURA EN LA SELVA BOLIVIANA: Pilón Lajas y Pampas



Cuenta la historia que a una hora río arriba de Rurrenabaque se encuentra la comunidad de San Miguel, a orillas del río Beni y rodeada de la más pura vegetación selvática. Pero como pasa en muchas comunidades, algunos hogares se encuentran más alejados del núcleo, con la diferencia que en éste caso quedaban al otro lado del río. Por ello los niños tenían que cruzarlo cada día para ir a la escuela hasta que un día de fuertes corrientes la balsa se tumbó y los pequeños cayeron al río intentando nadar a contracorriente para salvar sus vidas. Las mamás gritaban angustiadas desde la orilla pidiendo ayuda a un pescador para que salvara a sus hijitos y por suerte, así fue. Aquel pescador salvó uno a uno todos los chiquitos que estaban en el agua esperando un milagro como ese. Pero a pesar de éste final feliz, los niños ya no querían ir mas a la escuela pues el miedo a que se repitiera tal situación los tenía bien angustiados. Por ese motivo las familias de aquel lado del río pelearon mucho para que el gobierno mandara a algún profesor a esa zona y así evitar cruzar el río a diario. finalmente llegó una profesora, hoy día casi jubilada, que se quedó a vivir en ese lado y no sólo se construyó una pequeña escuela sino que desde ese día se constituyeron como comunidad propia, llamada Real Beni.

Y justo allí fuimos a parar para iniciar la gran aventura de cuatro días de pura selva Amazónica, acompañados por nuestro experimentado guía Valdemar y su esposa Suly, que no paraba de sorprendernos con deliciosas recetas innovadoras.

Por fin habíamos conseguido esa experiencia en la jungla que andábamos buscado desde bien atrás pero que por dificultades logísticas o poca garantía de cumplir expectativas habíamos ido dejando pasar. No pudo ser en el sur de Colombia, y aunque en Ecuador pudimos hacer una pequeña degustación, tampoco nos adentrarnos demasiado, en Perú nos quedaba al otro extremo y por sus grandes distancias lo dejamos pasar... Así que Bolivia era nuestra última oportunidad y además teníamos buenas referencias por lo que hicimos un "all in" y que la suerte nos respondiera o no con lo que buscábamos.



El primer día pudimos entender la parte más comunitaria de la selva, conociendo en Real Beni cómo es la vida de la gente que vive allí. Lo cierto es que nos pareció bastante envidiable por la calma que se respira en un lugar tan verde y relajado, bien lejos del ruido y la contaminación de aquello que se llama "civilización" pero lo suficientemente cerca como para abastecerse de las pocas cosas que no les proporciona el entorno.  La tierra les brinda principalmente maíz, gran cantidad de piñas, papayas y plátanos, y frijoles que siembran en la playita que se forma en la orilla del río. Respeto a la fuente de proteínas la obtienen de los pollos que corretean libremente por los alrededores de su casa, pero sobretodo de los enormes pescados que sacan del río en cuestión de unos pocos minutos. Además la pachamama también les ofrece algodón y numerosas semillas.




Ese día fuimos testigos de su eficacia en la pesca de red, de las increíbles vistas de los parques naturales Madidi y Pilón Lajas, uno a cada extremo del río, y de las muchas historietas que nos contó Cupertina mientras preparábamos un delicioso sudado de pescado gato recién sacado del agua.



Después de conocer la comunidad y de explorar sus alrededores empezó la aventura verdadera. Cargar las mochilas con comida, esterilla, saco y mosquitera para adentrarnos en el corazón de la selva en busca de animales curiosos, árboles milenarios y plantas medicinales, caminando entre riachuelos, suelos acolchados por hojas húmedas, raíces y semillas coloreadas. Serían tres días más de exploración agudizando nuestros sentidos para aprender de todo lo que nos podía regalar la naturaleza en su forma mas salvaje.

Eran constantes los conocimientos que íbamos absorbiendo a cada paso, porque detrás de cada planta, animal, olor o situación había al menos una explicación interesante que Valdemar nos iba contando.Algunos conocimientos más generales como técnicas de orientación mediante el sol, las estrellas, la  dirección del río o la inclinación de los árboles. Estrategias de supervivencia recolectando los alimentos que ofrece la misma selva, desde cómo pescar sin red ni caña, sólo a base de trampas por rocas, hasta cómo encontrar larvas o frutas extrañas.

También conocimos los misterios que pueden esconder los árboles en su interior. El "boroche", por ejemplo, puede desarrollar una" barriga" para almacenar agua, igual que la liana "uña de gato", y también golpeando su tronco podemos pedir ayuda en caso de emergencia. También aprendimos que  el veneno del "Curare" puede servirnos para cazar peces en agua estancada como pequeñas lagunas, ya que la substancia de su interior desoxigena el agua y los peces mueren a la superficie. También el "Copaibo" esconde en su interior una buena cantidad de aceite que servía de combustible para que los nativos se alumbraran. Y el magnífico "Sangre de Toro" esconde bajo su corteza un ungüento muy pertinente para aliviar el escozor de las picaduras, y podemos afirmar que sus efectos son realmente eficaces. Cuatro grandes árboles con usos muy diversos, aunque también conocimos otras plantas y raíces interesantes para otros tratamientos.




 Aprendimos que del mismo modo que un 70% aprox. de los animales de la selva son hormigas y termitas, un porcentaje similar de lo que respecta a los vegetales son lianas, y se distinguen tres tipos principales: Por un lado están las epífitas que son esas que cuelgan al lado del árbol paralelas a él, diríamos que son las que le sirven a Tarzán para colgarse de un lado a otro, pero que respecto al árbol no tiene ningún efecto, es decir que no le aporta nada, ni bueno ni malo. Después están las que tienen una relación bien bonita con el árbol estableciendo una simbiosis beneficiosa para ambos. El árbol le da cuerpo para que suba y busque luz, mientras la liana le aporta la humedad que le puede faltar. Por último encontramos a los parásitos que como su nombre da a entender se pegan al árbol para absorber todos sus nutrientes hasta que lo mata, lo seca, se pudre y desaparece, convirtiéndose la misma liana en un gran árbol que no sólo ocupa el lugar del antiguo, sino que sigue estrangulando a otros mientras hace su propia fotosíntesis,  y de ese modo se pueden convertir en enormes y mágicos árboles milenarios.



Árboles que no dejan indiferente a nadie pues su grandeza invita a rodearlos admirando su enorme tronco, acariciando su fina corteza,  resiguiendo con la vista su altura desde lo alto de la copa hasta sus extendidas raíces que invitan a sentarse en ellas y observarlo desde su misma base. Es fácil captar su energía cuando se está cerca, incluso entender porque tantos hongos e insectos viven en sus paredes pues lo cierto es que transmiten protección y cobijo. Y todavía impresiona más cuando pensamos en todo lo que ha vivido... Que sea un árbol milenario significa que ha sobrevivido a guerras mundiales y todo tipo de fenómenos naturales, significa que está plantado en el mismo lugar desde antes de la llegada de los colones, ¡incluso antes del Imperio Inca! Si estos seres vivos pudieran hablar... Quizás podríamos saber mucho más acerca de nuestra historia y del porque las cosas de hoy son como son. Es como si esto que en un principio era una liana parásito hubiese ido creciendo con todo el saber que ha ocurrido a su alrededor hasta convertirse en un enorme árbol sabio y mágico, posiblemente el mejor testigo y guardador de secretos de todos los seres vivos.


Los árboles y las plantas creaban una atmósfera húmeda y frondosa que nos hacía sentir como actor y actriz en una película de aventura, a veces siguiendo un pequeño sendero que el mismo Valdemar había creado, a veces abriendo nuevos caminos para situarnos en lugares más vírgenes. El caso es que la vegetación se encargaba de estimularnos el campo visual, pero gran parte de las sensaciones tenían que ver con el campo auditivo, y de eso se encargaban los animales. De hecho, a menudo parábamos en seco intentando descifrar de dónde y de qué venían los distintos sonidos. Las protagonistas del concierto eran principalmente las distintas aves que nos iban acompañando con una gran variedad de sonidos y melodías desde el momento en que nos despertábamos en la mañana hasta que nos quedábamos dormidos por la noche. De hecho, a pesar de ser los únicos humanos de la zona y de andar mayormente callados, en ningún momento escuchamos el silencio... pues en la selva siempre se va acompañad@.

Y si de día los sonidos eran constantes, en la noche la cosa todavía era más acentuada. Después de colocar nuestras esterillas y mosquiteras en el "campamento" decidimos hacer una pequeña caminata nocturna y adentrarnos en la ruta que acabábamos de crear, para tratar de ver algunos animales nocturnos. Y qué diferente es un mismo lugar cuando el sol desaparece, pues a falta de luz los sentidos se agudizan y las percepciones se centran únicamente en los oídos. El movimiento de alas de algunas aves, de lejos algunas ranas en el río, otros sonidos de insectos como grillos, y a no más de 300m el sonido de uno de los felinos más temidos. Teníamos a un leopardo alternando varios tipos de rugidos que emitía buscando aparearse, y nosotros allí, callados, con las linternas apagadas, tratando de verificar que lo que estaba pasando era cierto. Y así era, pues no había perros el la zona, ¿qué sería si no? El miedo era presente pero a su vez también la emoción de sentir bastante cerca éste tipo de animales que sólo aparecen en las películas o atrapados en zoos.

Estuvo rodeando el campamento a la distancia durante unas horas y luego se marchó. Lo cierto es que no fue fácil bañarse en el río alumbrados por una linterna sabiendo que un depredador corría por los alrededores porque al fin y al cabo los intrusos éramos nosotros y para él no éramos Marta y Ovidi, sino dos pedazos de carne alumbrados en la oscuridad de la noche. Pero a pesar de la creencia popular, los leopardos y los jaguares no tienden a atacar si no se está huyendo o bien distraído.

Por suerte convivimos armónicamente con los animales del Pilón Lajas. Escuchamos a muchos de ellos y tuvimos la suerte de ver a algunos: Sobretodo muchos tipos de hormigas y grandes y abundantes bolones de termitas, pero también peces, extraños gusanos, saltamontes, arañas, coloridas aves cómo papagallos, loros, oropéndulas o trogones. Muchísimas mariposas morfas y polillas, así como larvas de escarabajo y huevos de serpiente. También nos  sorprendió un largo y oscuro felino negro en medio del camino que rápido se escondió sin dejarnos averiguar cual era. Y no podemos obviar el momento en que parados en la oscuridad frente al río descubrimos una alfombra de hongos que brillaban en la oscuridad bajo los árboles con una luminiscencia que se asemejaba a una ciudad en miniatura o un cielo estrellado acostado en las raíces de la orilla.

No podemos pedir más de lo que esperábamos vivir durante esos cuatro días. Largas caminatas descubriendo el poder de la naturaleza conviviendo con ella. Caminando bajo sus altos árboles, tan frondosos que apenas dejaban ver el cielo, protegiéndonos del fuerte calor del sol. Durmiendo en la cama acolchada que se formaba con la cantidad de hojas que caen y se mezclan en el suelo. Cocinando con el fuego a leña de los troncos que se encuentran en el suelo y bebiendo y bañándonos con el agua pura que corre por los arroyos que íbamos cruzando bien a menudo.



Pero sobretodo, nos vamos contentos de haber topado con uno de los mejores guías de Rurrenabaque, quien nos ha acompañado para mostrarnos las rutas que ya estipularon sus abuelos para cuando había necesidad, y que a día de hoy sigue conservando para poder mostrarnos que todavía hay lugares que no están destruidos por el hombre, aunque la intención del Gobierno desgraciadamente sea otra. Gracias Valdemar por compartir tu sabiduría, tu experiencia y también por hacernos reír con tantas anécdotas!




LAS PAMPAS



Después de cuatro días de selva quisimos acabar de exprimir la zona norte del país para conocer otros animales, pero esta vez desde el agua. Cambiamos el cargar la mochila en la espalda y caminar seis horas al día por ir descansando en bote, sentarnos con la comida hecha  y la mesa puesta y dormir en una cama doble y baño privado. Pero no por ello la experiencia fue menos interesante, en realidad se agradece un poco de confort de vez en cuando, y sobretodo si donde estamos hospedados es rodeados de naturaleza y justo enfrente del río.

En Las Pampas ya no había árboles milenarios pero había muchísimos animales que vivían a orillas del río Yacuma. Sólo con subir al bote ya nos recibieron los primeros Aligatores o cómo ellos  los llaman, los lagartos. Quizás podrían parecer lagartos cuando son pequeños porque después se convierten en enormes reptiles poco cariñosos. Su apariencia es parecida a la de los caimanes pero su piel, en cambio, está rallada con líneas amarillas. Y a pesar de su gran tamaño cuando son adultos, todavía hay depredadores mayores que pueden acabar con ellos y que se encuentran también en el Yacuma.



Hablamos de los caimanes, más oscuros y uniformes, normalmente bastante más grandes ya que se han visto ¡de hasta siete metros! Su cola es más fuerte y ágil pues con ella golpean fuertemente a sus presas.



Ambos animales se pueden encontrar con mucha abundancia tomando el sol tranquilamente en las orillas del río, muchas veces inmóviles y con la boca abierta para captar oxígeno que les permitirá estar hasta 90 días bajo el agua, y otras veces nadando por el río dejando en la superficie solamente sus ojos y parte del morro, que fácilmente se puede confundir con un tronco flotante. A pesar de su actitud perezosa durante  el día, ambas especies transmiten mucho respeto por sus grandes bocas repletas de dientes, sus ojos laterales de miradas fijas y desafiantes, y su enorme cuerpo a menudo bastante superior al humano.



Otro reptil que se deja mostrar a menudo calentando su sangre bajo el sol son las tortugas. Pocas veces se inmutan con algún movimiento pues tienden a estar bien tranquilas, encima de algún tronquito o en la orilla con la cabeza hacia arriba cómo un girasol, buscando captar cada uno de los rayos de luz. Otra cosa que les hace parecer unos animales bien simpáticos, es el hecho de encontrarse siempre acompañadas y recostadas entre ellas, formando divertidas hileras como si un trenecito quisieran formar.



No solamente nos hemos rodeado de reptiles pues bajo las aguas marrones del río también viven muchos peces, para nosotros solamente vistos en las películas: ¡Las pirañas! Había de blancas, amarillas y rojas, y sólo pudimos darnos cuenta que había, cuando lanzamos nuestros anzuelos usando cebo de pura carne de vaca, ¡y cómo picaban...! Pero del mismo modo que ellas comieron esos pedazos de carne roja, ¡nosotros complementamos la cena con unas exquisitas pirañas fritas recién pescadas! Allí nos dimos cuenta de la verdadera riqueza que hay en ese río porque bajo el agua también hay cantidad de animales, a pesar de que el agua chocolatera nos los impiden ver.



Pero el animal que se lleva nuestra mayor admiración y sorpresa es el delfín rosado. Sí, difícil de creer pero así es, ¡hay delfines de agua dulce y encima de color rosa! Se dice que la explicación recae en el hecho de que antiguamente toda la selva estaba debajo del mar y a pesar de que el agua se fue secando poco a poco, quedaron los ríos que mantuvieron estos mamíferos, que se fueron adaptando a la desalinización y a las temperaturas cálidas, por ello perdieron la capa de grasa de color gris que les protegía del frío quedando a la vista ese color rosado. Tal vez el motivo de que existan en aquel lugar no nos quedó muy claro, pero lo que si sabemos es que nos despertaron un gran interés. Era bien lindo verlos salir a respirar en manada mientras intentábamos captar alguna foto que perpetuara ese momento.



Y por si esto fuera poco, hay que decir que no sólo en el agua está la riqueza animal en las Pampas. En las orillas se pueden ver otros animales curiosos como los Capibara, unos herbívoros de movimientos lentos que son parecidos a roedores como ratas, hamsters o esquiroles, pero de gran tamaño de cuerpo, pequeñas orejitas y de culo grande sin cola.



Saltando de rama en rama o trepando por los hilos o tejados de las habitaciones, también frecuentaban los pequeños y amarillentos monos ardilla, tan simpáticos como interesados, esperando rescatar de algún lado algún alimento no controlado.






Por suerte pudimos ver uno de los animales que nos quedó pendiente en nuestra anterior ruta por la selva. El perezoso se dejó ver después de descartar que se tratara de un nido de polillas, pues se encontraba recostado en forma de pelotilla en la rama de un árbol, con la cara protegida del sol bajo una de las pocas sombras que hacían las cuatro hojitas que colgaban.




Y como en todo río, cuando hay abundante pescado abajo, hay hambrientas aves pescadoras encima. Por ello, el cielo también estaba ambientado por águilas, garzas, y muchísimas especies que se dejaban ver sobretodo al anochecer, cuando el sol caía y ellas retornaban a buscar cobijo.


Las Pampas nos ha brindado un increíble espectáculo animal, y a pesar de no haber dado con ninguna anaconda después de caminar por terrenos pantanosos y bajo un sol abrasador durante algunas horas, nos vamos bien satisfechos por haber conocido tanta variedad de animales. También hemos encontrado buena compañía en el grupo para compartir exóticas anaranjadas puestas de sol, y un paseo en bote nocturno para contemplar el paisaje estrellado que teníamos encima, que brillaba con tanta fuerza que quedaba reflejado en el mismo río, justo a nuestro lado.




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