martes, 7 de agosto de 2018

CERRANDO NUESTRO PASO POR PERÚ



El seis de Junio entramos en un país que abarca más de 15 milenios de ocupación. Un país que históricamente deja plasmados vestigios de tales épocas gracias a las sociedades de la conocida como Antigua Perú. Una época en la que aparecieron numerosas etnias que han dejado huella en lo que se conoce como la actual República del Perú, como es el caso de la cultura Huari, Moche, Aimara, Nazca o Inca, entre otros muchos.

Como en todo país de latinoamérica, la colonización significó la introducción de la iglesia católica y de un fuerte mestizaje. Esta fuerte represión no hizo que se perdieran ciertas tradiciones y agrupaciones culturales, aunque sí inició una de las problemáticas que muchos nos han expresado y que actualmente el país está sufriendo. Estamos hablando de la explotación minera, un hecho que se inició fuertemente con la colonización y que actualmente el gobierno utiliza para enriquecerse de manera poco equitativa.



Seguramente, esta riqueza natural que en su día el estado español destapó a la luz, ha sido el condicionante de lo que sucedió después de la República a manos de Bolivar. Una cadena continua de golpes de estado, militarismos, guerras, conflictos armados y dictaduras es lo que ha acompañado a Perú desde 1821 con fuertes crisis económicas, políticas y sociales. Han sido decenas la personas que han intentado hacerse con el control del territorio de manera totalmente antidemocrática y con métodos coercitivos. Aún hasta el 1990, el país se encontraba en una situación de quiebra absoluta, con un gobierno ineficiente para solucionar los problemas internos. No fue hasta la llegada de Alberto Fujimori que cambió el rumbo de Perú. Con su discurso contra los partidos llamados "tradicionales", la proclamación de la Constitución de 1993 (actualmente vigente), la fuerte represión contra el terrorismo y las reformas liberales en economía, plantó el fin de una trayectoria que castigó al pueblo peruano desde hacía ya muchos años.



A raíz de este mandato el país fue mejorando. A pesar de los varios focos de conflicto sociales provenientes de la minería, la corrupción o las delimitaciones territoriales, Perú mejoró en el impulso de programas sociales e infraestructura pública, aunque aún queda mucho por hacer. En medio de esta situación entramos y empezamos a recorrer este país con muchas expectativas.

Cada vez que emprendemos el cierre de un país agarramos un profundo aire y lo exhalamos con sentimientos de nostalgia. Escribir sobre él significa rememorar aquello que te aportó, lo que aprendiste de él, los momentos vividos, las experiencias, las personas que te cruzaste por el camino. Además, te genera consciencia alrededor del tiempo, te das cuenta de cómo pasa, ¿un mes ya? - te preguntas.

Perú empezó de manera bien intensa. El Hogar Santa Rosa, o más bien, las personas que viven en él, fueron las protagonistas de esta experiencia de dos semanas. Un tiempo suficiente en el que establecimos muchos vínculos, vivimos emociones, desde tristes hasta alegres, y volvimos a sentir la sensación de trabajar dentro de nuestro campo: la educación social. Realmente fue una experiencia intensa en tanto que nos implicamos al máximo en la vida de las niñas del hogar e intentamos salir de allí dejando un poco de huella. Y cuando esto lo haces, los resultados que te llevas no pasan desapercibidos. Te calan por las distintas capas de tu piel hasta llegarte en lo más profundo de tus sentimientos y tus recuerdos. De aquí que, de esta primera parte de Perú nos llevamos un bello tesoro expresado en amistades y grandes aprendizajes.



Luego continuamos bajando por la costa, de Piura nos fuimos a Puerto Malabrigo o también conocido como puerto Chicama. En este primer tramo de costa empezamos a sorprendernos, fruto de nuestra ignorancia, por el paisaje desértico. Continuos relieves montañosos y grandes llanuras absolutamente secas eran las protagonistas de esta película enmarcada en una ventana de autobús. Pero ojalá este par de paisajes hubiesen sido los únicos presentes en este film rutinario. Los plásticos también lo eran. A lo largo de la carretera allí estaban presentes, de todas formas, tamaños y colores. Siempre representando la huella humana en el mundo y mostrando la clase de seres que somos. Aquellos que ni tan siquiera se preocupan por agrupar una problemática para tratarla y prefieren botarla en cualquier lugar pensando que algún día desaparecerá y dejará de existir.

Con esta crítica no queremos exculpar a los otros países que posiblemente sean más limpios a nivel visual, pero por otro, producen un impacto mayor en la tierra. Europa podrá tener las calles y las carreteras más limpias, pero al final, ¿quién contamina más? Aquel que bota el plástico en el suelo por no disponer de un sistema de recogida de basura efectivo, junto una falta de consciencia medio ambiental, o un país que con centenares de industrias produce gran cantidad CO2 en el aire y residuos en el subsuelo y el agua.

Con esta reflexión solo queremos expresar la tristeza y rabia que se generaba en nuestra vista al contemplar aquella hilera continua de plásticos que definía el contorno de la carretera, y que además, se hacían presentes en los pueblos cercanos a ella. Quizás no podemos parar este ciclo de sobre explotación de los recursos de nuestra tierra, quizás estamos inmersos en un sistema de consumo dependiente de ellos, pero creemos que por lo mínimo debemos ser capaces de tener una consciencia medioambiental, tanto ciudadanos como gobiernos, de no botar por el suelo este maldito plástico del que tanto nos cuesta desprendernos y crear un sistema mínimo de recogida.

Haciendo un punto y aparte en esta triste vivencia costeña, Puerto Chicama nos hizo olvidar por unos días estos sentimientos. El mar, las largas olas y la tabla de surf fueron quienes consiguieron durante cinco días crear un ambiente agradable y divertido. Después de muchos años volvimos a sentir la sensación de agarrar una ola con la tabla y dejarnos llevar por esta suculenta emoción a base de equilibrio, fuerza, velocidad e inercia. A estos bonitos días, a pesar de haber fracasado en uno de ellos, ya que la "cagamos" y rompimos dos tablas, cabe sumarles los ricos ceviches de la costa. Recordamos el placer sublime con el que esperábamos cada noche aquel manjar fresco y sabroso, era como el regalo del día, el capricho. Siempre nos quedábamos con ganas de más!!! Sin duda, de este pequeño pueblo nos llevamos la buena experiencia del surf pero también el placer de varios días comiendo los mejores ceviches del viaje.



Después de tres semanas en la costa decidimos hacer un giro hacia el interior y cambiar el protagonista de nuestro film paisajístico por la grande cordillera de los andes. Dejábamos la cota cero para dirigirnos al páramo. Allí nos esperaba la cordillera blanca, un conjunto de nevados imponentes con la capacidad de regalarte sensaciones mágicas. Y así lo hicieron, durante una semana estuvieron uniendo sus mejores conjuros a través lagos brillantes, bosques encantados y relieves montañosos impactantes. Un conjunto que, junto la gente autóctona del lugar, no solo vislumbró un gran regalo para nuestras vistas sino que nos brindó una vivencia que superó las expectativas. Por ello, a todos los que nos hemos cruzado por el camino desde entonces, lo hemos recomendado como un imprescindible del departamento de Ancash.



Pero lo especial de adentrarnos hacia los Andes no solo fue rodearnos las maravillas de nuestra Pachamama, sino que, por primera vez en el país, empezamos a interactuar con la riqueza más pura. Aquellas personas que con sus vestidos tradicionales y su singular lengua mantienen las costumbres de sus antepasados y viven en un entorno un tanto alejado de la globalización. En esta primera etapa andina pudimos hacer una pequeña degustación de lo que nos esperaría a lo largo de la cordillera, comunidades que, a pesar de las largas distancias que las separan y sus diferentes vestimentas o dialectos, comparten un mismo patrón: gente humilde y noble con grandes habilidades en el conreo la ganadería y sobretodo las artesanías.



Pero antes de continuar descubriendo este tesoro cultural nos regresamos a la costa. No podíamos dejar de lado el ojo del huracán, el oasis dentro del desierto, el único lugar donde la vida puede crecer. Conocido como Huacachina, era él sitio elegido por el segundo desierto más grande del mundo para establecer su edén. Y a tan solo 74 quilómetros estaba la otra maravilla del departamento de Ica, las Islas Ballestas. La cuna de gran diversidad de fauna que cada día se resguarda en las rocas que sobresalen del interior del mar para dar lugar a este nido inmenso de aves y animales acuáticos y terrestres como los pingüinos o leones marinos. Con este par de destinos nos despedimos de la zona costera y del pacífico hasta un largo tiempo, de reojo los miramos para volver al interior y dirigirnos al departamento de Arequipa. Allí se encontraba un personaje digo de conocer y admirar, famoso en todo el mundo y que cada día atrae a miles de seguidores.



El Cañon del Colca era el lugar perfecto para que el Cóndor pudiese mostrarse por la larga pasarela de aire mientras sus fans le fotografiaban. Por suerte, aquel día quiso exhibirse y ensenyar el traje de gala negro con pajarita blanca al tiempo que hacía alago de su fuerte y hábil cuerpo. Pero él no era el único que vivía en aquel lugar, había numerosas comunidades que compartían el mismo espacio y también eran dignas de conocer. Durante una travesía de tres días hicimos una inmersión en lo más profundo de aquella garganta montañosa  para poder apreciar cada detalle de lo que envuelve la vida de la gente del Cañón. Finalmente, recordamos estos días de dilatados e interminables caminos como un reto alcanzado y satisfactorio en el que nos empapamos de apacibles y serenas energías al tiempo que contemplábamos aquel gigantesco peñasco.



Después de aquellos intensos días el ritmo se apaciguó en la tan esperada ciudad de Cusco. Allí se encontraba el nidal del imperio Inca, el punto neurálgico de su expansión. Por ello, le debíamos destinar el tiempo merecido no solo para conocer la gran capital sino también para contemplar el fabuloso levantamiento arquitectónico que hizo tal cultura; el MachuPichu. Fueron los días en los que abrimos la puerta del tiempo para retroceder en la historia del país y entender el pasado y el presente no solo de Perú, sinó de lo que va de Colombia hasta Argentina. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo llegaron a ser uno de los Imperios más grandes del mundo? ¿Quiénes eran? ¿Cuáles eran sus costumbres? Todas estas preguntas pudieron ser respondidas de la manera más vivencial durante estos días en el departamento de Cusco, el lugar donde se aglutina la mayor parte de la huella Inca de sur américa. Sin duda, nos sentimos afortunados de haber podido introducirnos en tal cultura de esta manera tan cercana y poder sentir la magia que ocultan las construcciones que aún perduran en el país.



Finalmente, nos acercamos al tan famoso Titicaca, el lago navegable más alto del mundo y del que todo el mundo habla. Pero aquella agua relajada rodeada de grandes picos no fue lo más especial del lugar, sino la gente que vive en él. Durante dos días tuvimos la oportunidad de convivir con una familia autóctona del lugar y conversar durante un largo rato alrededor de sus costumbres. Además, por unas horas pudimos sentir la sensación de ponernos su ropa típica, aquella que siempre contemplamos desde afuera pero que esta vez pudimos sentir sobre nuestra piel. Cabe rememorar lo que produce en uno mismo el hecho de que te ofrezcan su ropa y puedas acompañarlos en su día a día con ella. Por nuestra experiencia, un sentimiento de integración y hospitalidad que se expresa en un estado muy puro, humano, sin prejuicios y diferencias, cómo unos más. Y todo ello en un ambiente de tranquilidad en donde el silencio se apoderaba de cualquier ruido y dejaba paso a la oportunidad de escuchar la calma. En su conjunto, vivimos los últimos días en Perú de manera muy vivencial. Pudimos compartir el día a día con una pequeña parte de esta riqueza cultural que este país te brinda y que lo hace muy especial.

Así pues, llegamos en el punto y final de estos 52 dias en Perú. Hemos tenido la sensación que han cundido, de que no hemos desperdiciado el tiempo. De un lado para otro hemos recorrido lo suficiente para hacernos una idea del país, aunque también somo conscientes de que, en un país tan grande, muchos son los lugares que dejamos atrás y muchas las vivencias que nos permitirían hacer un juicio objetivo del territorio.

Por otro lado, han sido muchas las personas que nos hemos cruzado y hemos compartido buenos momentos. Y también, varios han sido los mercados que hemos visitado y que nos han mostrado estos ricos productos de los que dispone el territorio gracias a las manos trabajadoras que hay detrás. Gente con una gran dediación en el campo, trabajadora, humilde, tradicional, agradable y hábil con las artesanías.

Nos despedimos de Perú con una buena imagen, con la idea de un país con enorme e incalculable riqueza natural a cuidar y defender de los propios ciudadanos y los de afuera. También con una gran riqueza cultural, una ciudadanía defensora de sus tradiciones y costumbres. Y finalmente, con una rica gastronomía de la que hemos gozado como nunca en el viaje. Por todo ello, miramos atrás esos colores rojos y blancos y contentos por la experiencia vivida en el país que los representa; Perú.




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