lunes, 20 de agosto de 2018

LA PAZ: la ciudad más alta de América



A 3640 metros se encontraba la gran capital del Estado Plurinacional de Bolivia, Nuestra Señora de la Paz. Una ciudad que alberga alrededor de 3.000.000 de habitantes, repartidos  todos ellos por las tres ciudades que componen la capital: la Paz, el Alto y Viacha.

Lo cierto es que la entrada a la ciudad fue bastante espectacular, pues pudimos conocerla primero desde arriba, gozando de la sorprendente y nueva red de líneas de teleférico que permiten ir de una punta a la otra en cuestión de minutos (a pesar de que eso haya significado desahuciar a algunas familias...). Nosotros lo agarramos en "el Alto" y cuando ya nos creíamos impactados por las vistas de aquella ciudad tan alta rodeada de grandes montañas, de repente el teleférico empezó a bajar y descubrimos la gran ciudad que se desplegaba a nuestros pies, coloreando con el rojo de los ladrillos las laderas que se perdían en las faldas de aquellos picos nevados encargados de refrescar la ciudad.



Y lo mejor fue bajar en un transbordo y toparnos de frente con dos caras amigas... eran Mónica y Óscar, una pareja de Argentinos con quienes compartimos la bonita caminata hasta Machu Picchu y sobretodo largas e interesantes conversaciones sobre la vida y el amor. Entre 3 millones de habitantes y la suma de quizás cientos de turistas en la Paz, el destino quiso que cuatro personas volvieran a verse en un nuevo país para abrazarse alegremente y también para que pudieran explicarnos cómo movernos y qué no perdernos de aquella inmensa polis.


En ella estuvimos tres días en los que volvimos a recordar ese ajetreo de carros arriba y abajo quemando el claxon para hacerse un hueco dentro del caos. Además conectamos de nuevo con esa  sensación de hostilidad que muchas veces reúnen las capitales... Nos rodeamos de esas miradas que observan fijamente e incomodan, de la caridad, la droga y la prostitución. Sin duda, un buen combo que hacía tiempo que no vivíamos y que todavía se hace más presente cuando el lugar en el que te hospedas reúne una buena parte de estas circunstancias.

Pero detrás de lo malo siempre hay algo bueno. Así que, todo era cuestión de abandonar bien temprano ese contexto y buscar los bellos lugares que la ciudad también ofrece. De esa manera caminamos por las calles más conocidas del centro de la ciudad en las que pudimos contemplar las primeras artesanías que ofrecía el país, y cómo la parte espiritual se hacía más fuerte en éste, pues los puestos de hierbas y remedios caseros, los amuletos y símbolos de las deidades de la Pachamama, y hasta los fetos de llama colgados en las puertas de los locales (usadas como ofrenda a la tierra) se mostraban de forma natural y repetida en varios negocios.


También recorrimos los lugares que ocupan las principales plazas y que reúnen cada día decenas de artistas callejeros. La plaza San Francisco, con su enorme y colorida cruz andina en el centro, nos regaló más de un espectáculo mientras los zapateros encapuchados hacían sus trabajos humildemente un poco más retirados.


Por otro lado, no podíamos dejar perder la oferta cultural que se concentra en las ciudades para empezar a empaparnos del contexto que abraza a esta nueva sociedad, para nosotros todavía por descubrir.

Así que siendo ya los reyes de las ofertas y los precios bajos, aprovechamos un "pack" para ver cuatro pequeños pero interesantes museos. Todos ellos estaban situados en la calle Jaén, una de las más conocidas y visitadas por su arquitectura de la época colonial y también por su actividad ya desde el siglo XVIII cuando era llamada "Qawra cancha" (mercado de llamas) por ser lugar de compra-venta de varios camélidos.


Chola cook LCCN2006680175.tif
Iniciamos por el Museo Costumbrista donde a parte de poder valorar el arte prematuro de los niños y niñas Paceños, pudimos conocer el origen de la vestimenta de las "Cholas". Es el nombre que reciben las mujeres indígenas, mayoritariamente de origen Quechua y Aymara. Resulta que las polleras con mancachas, las blusas y chaquetillas, las fajas, las mantas con flecos y los sombreros, que son elementos muy característicos y representativos de las mujeres bolivianas de hoy, no son más que las ropas impuestas durante la colonización para distinguirse entre las clases sociales y por tanto el origen del concepto correspondería a la clasificación de mestizas según el sistema de castas colonial. 



Fue muy sorprendente para nosotros pues ni siquiera sabíamos como se vestían nuestros antepasados, y mucho menos pensar que esos trajes que tanto nos llamaban la atención como distinguidos, y que encima relacionábamos con aquel sector de la población más autóctona, precisamente como un rasgo identificador del lugar, resulta que tenían raíces bien españolas.

Seguidamente fuimos al Museo del Pacífico donde pudimos entender porqué Bolivia se quedó sin mar, y cómo de algún modo sigue abierto el conflicto con Chile, esperando todavía algún pequeño ajuste de cuentas. A veces ser un país rico en minería puede ser tan tentativo para otros que hasta se puede llegar a quedar sin parte del territorio en cuestión. Ésta es una prueba más de todo lo que mueven los intereses acerca de la minería: peleas de territorio entre los países que rodean las zonas mineras, y peleas externas entre países del "primer mundo" para ver quien soborna mejor para beneficiarse de explotarlas.

En cuanto a al tema de minerales, en el Museo del Oro pudimos conocer cómo se hacía en un pasado el proceso tanto de extracción como de procesamiento y de qué manera han ido cambiando las técnicas con los años. También pudimos ver piezas de oro encontradas en la época pre inca, junto a otros objetos arqueológicos como vasijas, complementos, vestimentas o armas, entre otros.

Finalmente entramos en la casa y museo de Pedro Domingo Murillo, Protomártir de la revolución del 16 de Julio de 1809. El líder mestizo fue decapitado por ser el primer revolucionario en impulsar la independencia de la Paz.

Y no podíamos irnos de la capital sin visitar el conocido mercado 16 de Julio que se hace en El Alto los Domingos por la mañana. Seguro que casi cualquier cosa que se uno necesite podrá encontrarla allá. Llantas, ruedas, bujías, retrovisores, respaldos de cabeza, manguitos, alternadores... ¡Se podría montar un concesionario entero con tanto material! Herramientas, aparatos de electrónica, música, telas, ropa de todo tipo, y comida para alimentar a toda la capital, desde almuerzos de sopa y seco, pasando por su querido pollo frito ¡y hasta ceviches! Todo eso extendido en varios kilómetros de puestecitos que aguardaban en la espalda las mejores vistas de la ciudad.





No hay comentarios:

Publicar un comentario